El vacío de la angustia exhala en la memoria una única burbuja pulsante de frustración. Una suspensión de los sanfermines era una quimera inimaginable hace un golpe de calendario, mas la pandemia ha transformado nuestras fiestas en un auténtico enemigo público.
Un mozo que frisaba los noventa años enfilaba lenta, pero firmemente, la Plaza del Castillo.
No hemos vivido la Feria del Toro ni muchas otras cosas y ahora sabemos que hay algo peor que la suspensión de San Fermín y es su no celebración. Y no poder vivir en libertad es un reflejo de la prisión de la muerte.
El longevo mozo vestía de pamplonica sin pañuelo, con sombrero mexicano encordelado hacia atrás. Su rostro era una felicidad.
El virus— mejor dicho, sus efectos sociales— van a arrasar buena parte de nuestra sociedad actual, incluyendo algunos planetas de la galaxia taurina. Aunque no es de temer la supervivencia de la tauromaquia, no en vano sus profundas raíces la encadenan a esta tierra, su futuro no ofrece una visión optimista. El egocentrismo y los intereses materiales siguen marcando el campo de juego de los profesionales de la Fiesta, así como muchos aficionados viven enclaustrados en la negritud del presente.
El escritor le saludó el codo y le celebró su alegría robada a la tristeza oficial.
– ¡ Qué animado! Si nos han suspendido las fiestas…
– ¿ Y por qué no voy a festejar que estoy vivo un 6 de julio más?
El rostro, surcado por arrugas centenarias, iluminaba el espacio de la fugaz conversación que se alargaba a cada palabra. El anciano apenas detuvo su camino en solitario.
El discurso oficial de paralizarse este año, «para mejor disfrutar el que viene», es pueril. La pandemia ha demostrado que nos habita una sociedad hedonista y robotizada, fácilmente dirigida por los medios del Poder. La suspensión de San Fermín 2020 no es ninguna solución sino una consecuencia del cataclismo que asuela todo el mundo. Afortunadamente, muchos ya han levantado la cabeza y se han puesto a trabajar para afrontar un 2021 que puede ser peor.
– Esta es una historia más de los que mandan. ¡ Y no hay que creerse ninguna!— el hombre levantó reciamente su dedo al tiempo que volvía tras de sí.
Nuestros tejidos sociales deben reconstruirse lo más rápidamente posible. Los aficionados debemos volver al tendido con mascarilla, con distancia y con todo lo que haga falta. Un cierre de las plazas durante un tiempo excesivo, a la espera del remedio perfecto, acabará dejando el tronco de la fiesta de los toros con demasiadas pocas ramas. Una época crítica necesita soluciones extraordinarias.
La figura del viejo mozo, tapada totalmente por el gigantesco sombrero, se deshacía entre los ocupantes de la desolada Plaza del Castillo del seis de julio de 2020.
¡Viva San Fermín! Claro que sí…Al Santo no se le puede confinar.