BURBUJAS DE LA MEMORIA. FERIA 2017

La ciudad de Pamplona ya ha dado la espalda a la plaza de toros y no volverá a recordar su existencia hasta después de un largo año. Limpio y cerrado el coso, el recuerdo de los aficionados es la única huella del fugaz reinado del toro. La facultad de la memoria fluye como un río de burbujas, siendo cada burbuja tan singular como lo es cada ser humano. Bajo el timón de la voluntad, el gran río se remansa, conserva las burbujas dulces y arrastra las amargas en los remolinos de la corriente.
Amarguras impermeables al olvido son la retahíla de cogidas habidas en la feria de este año, especialmente la espantosa cornada a Pablo Saugar. ¿Se producen más cogidas en la Feria del Toro que en otras ferias? A esta pregunta debe responderse con una correcta aplicación estadística en la libreta.
Mas la memoria tiene querencia al gusto y recuerda el marco inmenso del paseíllo de una plaza llena de un feliz público sanferminero. Y como todo buen aficionado conoce, tras el paseíllo el resto es propina. Los que se indignan por las escasas intenciones y conocimientos taurinos de la muchedumbre que abarrota nuestra plaza, no deben olvidar que la Fiesta navega hoy por un mar proceloso y que una plaza llena de alegría es una respuesta contundente a algunas preguntas inquietantes.
La verdad es que han existido burbujas toreras dulces, con varios toreros desplegando actuaciones valerosas y meritorias. El elenco de plumas taurómacas pone los puntos sobre las íes en el devenir de la feria y nos ilustra sobre todo aspecto que acontece durante las corridas. Los críticos taurinos son tan dispares como los toros en la arena y el aficionado debe evitar el monoencaste periodístico.
¿La memoria de algún toro de este año no se ha perdido ya en los remolinos del río? La decisión del jurado de nuestro Club de dejar desierto el premio al mayoral que presente el toro más bravo, se presenta como un acertado juicio crítico.
Si de algo no ha quedado duda tras la pasada feria, es de la peligrosidad de la tauromaquia practicada con toros del trapío de Pamplona. Es una triste contradicción exigir ganaderías sin el tamiz de la ingeniería Domecq y no valorar, consecuentemente, el valor de la lidia frente a encastes ásperos que desarrollan sentido frente al engaño.
El olvido imposible para la memoria y la voluntad es el tercio de varas. La observación del desarrollo y de la colocación de las varas de hogaño es un círculo infernal para el aficionado. Algunos toreros recogieron las tempestades sembradas por estos vientos y afrontaron lidias complicadas ante toros heridos que no estaban ahormados. Una burbuja dulce fue la ortodoxia de Paco Ureña colocando a su segundo toro en varas. Tras un primer derribo, el arte apareció con una nueva posición en largo. La carga de un enemigo de casi 600 kg fue excesiva para un castoreño del siglo XXI que voló angustiosamente al terreno que más debe evitar. El accidente liquidó a la poesía y el resto de la vara fue netamente contemporáneo, sin que resucitasen las esencias de los varilargueros decimonónicos, aquellos que frenaban con jamelgos sin peto el galope de toros feroces.
El ambiente en el Club Taurino durante las retransmisiones televisivas ofrece una imagen amable y heterogénea. Es una atalaya para socios de edad avanzada, ventana gratuita para visitantes y cruce taurino de muchos caminos sanfermineros. En el pasado 13 de julio, mientras la masa aplaudía en la plaza a las viandas, la faena de Antonio Ferrera fue jaleada con olés en nuestra entidad. Tras la voltereta sufrida en el descabello por aguantar sin dar un paso atrás, hubo pañuelos en el aire, cuyo reflejo fue transmitido por los últimos rayos de sol a la hemeroteca infinita del arte de los toros.

Relean ustedes la crónica de Patxi Arrizabalaga sobre el combate entre el toro “Gabriela” y el bravísimo Roca Rey. Los aficionados lamentamos profundamente las cornadas en el año de la negra muerte de Iván Fandiño. El valor inusitado de este torero, aún no atemperado con el conocimiento, está cautivando a Pamplona, quien le otorgó una nueva puerta grande. 

Por muy blandos que anden los Miura de remos, donde ponen el ojo, ponen el pitón. No estipula el reglamento taurino la concesión de orejas por acumulación de méritos; sin embargo, la generosa plaza de Pamplona así lo debió entender con el valiente y volteado Rafaelillo. Las figuras sólo ven la mirada del Miura en las fotos e, injustamente, figuras se les considera. 


Acabado el festejo, dos hermosas niñas posan para la cámara aficionada con la tradicional invasión juvenil del ruedo como telón. En Pamplona, ningún tipo de aguafiestas enturbia la salud de la tradición taurina y es un balneario idóneo para curarse la neurosis del «animalismo». ¡Viva San Fermín!

A Javier y Mª Jesús.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies