A las seis y media de la tarde del 7 de julio, el vandalismo antitaurino era ya una pesadilla evaporada de la Fiesta. El leal público pamplonés dio la espalda a la locura animalista y llenó la verdad taurina y festiva de nuestra plaza de toros. ¡Libertad para disfrutar la Feria del Toro! Y todo el respeto para la libertad de no hacerlo.
Encastes aguerridos abrieron nuestra semana taurina y marcaron su guión para el buen aficionado. Las lidias ásperas deben ser tan bien interpretadas por los toreros actuantes como bien contempladas por el público entendido. No hay que olvidar a los matadores que hacen el paseíllo con ciertos encastes en Pamplona, puesto que es la mejor pauta para no sobredimensionar a los toreros que sólo se visten de luces con los otros. El día 7 y el día 8 dos toreros muy apreciados por los aficionados pagaron el tributo del honor con sangre. Ninguna de las cornadas provino de error de los diestros sino de su verdad en la suerte suprema. No es casualidad el elevado número de cogidas en Pamplona y , acaso, ésta es la principal razón de ciertas ausencias que no la sinfonía desafinada de la chica yé-yé. La cornada a Castaño nos angustió y la torería de Ureña herido, ante todo un premio Carriquiri, es una de las grandes burbujas de la Feria. Gracias al Capote del Santo, en el resto de sucedidos los pitones resbalaron en los ternos.
Pepín Liria, otro torero de Pamplona, no vino a cobrar sino a oír corear su nombre otra vez en la plaza de sus amores. Lo oyó. Las tertulias en el Club Taurino sobre el gran y noble torero murciano fueron inequívocamente unánimes. Hay toros bravos que tocan en sorteo, hay amores que cuestan la vida y el Santo tuvo que sujetar con su báculo a Ruiseñor en su agonía encastada. En la Fiesta tiene que morir el animal y no el hombre. Foto: Javier Arroyo. Aplausos.
La Feria de Pamplona ocupa un rol trascendente para los toreros en el ostracismo y esta palma especial de triunfo la ha conseguido este año Octavio Chacón. Otros también la merecieron pero la diosa Fortuna es parca en encantos. Tras desalojar Cebada Gago el Gas, llegaron grandes del escalafón como Ferrera, Castella o Perera, los cuales han aceptado el reto de la Feria del Toro 18 y eso les honra.
Con la boyantía Domecq emergió el pódium oficial, donde ocupa el puesto más alto quien parece haberlo conquistado en propiedad desde su primer paseíllo desmonterado. El rey Roca Rey respondió a todas las expectativas de la plaza y nuestro público le respondió de igual manera. La inteligencia del limeño no va a la zaga de su coraje, corrige sus errores y para muestra un botón: al entrar a matar a Tramposo, corrigió el desacierto de la estocada en el mismo espacio del año anterior. Aunque este Núñez compartía sólo pinta jabonera con el encastado Gabriela de SF 17, Roca Rey rompió toda posible querencia secundaria con un capotazo hacia suerte natural; donde fue a la enfermería el año pasado, salió esta vez catapultado hacia la puerta grande. El peruano es un torerazo que versiona el valor en la arena con un grandioso sonido de ópera; ha pasado ya por delante de todo enemigo interno y sólo puede temerse a sí mismo. Es sorprendente, además, como crueles críticos taurinos no apuntan nada más que el poder de su capote. Algunos aficionados independientes contemplamos asombrados su superlativo arrojo pero observamos su compás girado hacia la retaguardia y nos intrigamos ante sus estocadas.
La crónica oficial ha inscrito en la historia de la Feria del Toro el festejo del 13/7/18, tarde en la que pudieron salir a hombros hasta los Capitalistas. La gloria popular le dio la espalda al mediático Cayetano Rivera Ordóñez, quien fue el que practicó el toreo más hondo aquella tarde. La tauromaquia es como la vida. Foto: Javier Arroyo. Aplausos.
Con unas presidencias discretas en la pañolería, la cruz de la Feria sigue dominada por el tercio de varas que practican los profesionales y la inoperancia de los ocupantes del tendido de sombra, cuyas fuerzas silbantes son guardadas para la coyuntura socio-política. Si bien algún picador ha llegado a practicar el arte con el caballo, el conjunto ha sido una muestra espantosa de picar toros. El jurado de nuestro club ha colocado en el morrillo de la opinión pública un especial “desierto” como denuncia de la gravedad de la situación. Las lanzadas que sufren muchos toros hieren traicioneramente su bravura, restan a la Fiesta su verdad y a las ganaderías su reconocimiento. Con Cuba alanceado y Decano ametrallado en el encuentro con el castoreño, ardua discriminación han arrostrado los diferentes jurados del toro más bravo, los cuales no han dictado sentencia con unanimidad.
La Feria del Toro 2018 ya no levanta la arena del presente y pasa a las letras del pasado. El público la ha olvidado y a nosotros nos quedan las burbujas de la memoria, propias e individuales de cada uno. Unos retenemos la faena creativa de López Simón ante la casta derrumbada Fuente Ymbro ó el capote a la verónica de Pepe Moral ante un Miura eterno, mientras en otros aficionados bullirán otros momentos y muletas.
La explosión nuclear de Pepín rompiendo las leyes espacio-tiempo de la Física y la leyenda de amor sanferminero con Padilla han tejido, oportunamente, un espectáculo popular para bien de la organización y de toda la ciudad.
El Santo eligió bien el tiempo de la costura para una buena Feria.
¡Viva San Fermín!
Si las inclemencias hubieran podido con la Fiesta de San Fermín la epopeya se habría aguado. Donde en otros sitios se produce desbandada, en Pamplona se aguanta al pie del cañón, ante el ciclo y vitalidad de una fiesta que nadie puede parar. Nadie. Foto Diario de Navarra.