BURBUJAS DE LA MEMORIA. FERIA 2019.

A Luis Zamborán, aficionado exquisito y que tanto me enseñó. In memoriam.

BURBUJAS DE LA MEMORIA. FERIA 2019

Una microgalaxia circular, entreverada de árboles y adoquines, resucita en cada feria. Son los aledaños de la plaza de toros de Pamplona, yermos y abandonados durante 357 días al año.

-Oiga, jefe: ¡tengo para los toros de hoy !  

El hombre de la voz gaseosa, piel broncínea y ropa de Cáritas, anuncia su mercancía a todo visitante que atraviesa la microgalaxia. Sus ojos y sus manos son felinas y seleccionan en un instante a todo posible comprador. Los reventas de infancia callejera, pasado desdichado y presente vivo siguen existiendo, mostrando uno de los pilares de la supervivencia de la tauromaquia a través de los siglos: la ramificación de la cultura del toro a través de toda la estructura social. La suspensión de la corrida de Cebada Gago fue un gran problema para la empresa y los profesionales, un lamento para los aficionados, un chasco para el público y una alegría para estos olvidados de la diosa Fortuna, medradores en la pingüe cola de la devolución.

 

La lluvia demoledora se llevó consigo el aniversario maldito del 8 de julio y la segunda parte del vuelo mágico del rey emérito Lizaur. Segundas partes nunca fueron buenas, pero ya escribió Borges que hay capítulos que se cuentan por días y otros por siglos.

Bajo el agua torrencial, la única burbuja que tenía el aficionado de la corrida de Puerto de San Lorenzo era el empujón de Sombreto en varas al piquero. Como el cortante traidor estaba totalmente fuera de sitio, quedó la duda de si aquel quinto fue un descastado más o un bravo con el paquete intercostal seccionado. De lo que no hubo dudas fue del mal arte de López Simón con su “barajiana” vuelta al ruedo; esperemos que este gran torero no acabe convertido en un personaje barojiano. Por cierto, en el primer encierro hubo 5 heridos graves y la terrible imagen de un chico inconsciente en el callejón al paso de los últimos bureles. Las razones por las que, poco después, un grupo se movilizó exigiendo la disminución de medidas de seguridad en el encierro, fue un típico ejemplo sociológico de movilización de masas.

Burbujitas evanescentes nos dejaron este año la camada de los Escolares, a quién el miedo humano los picó con antirreglamentaria saña. Bajo el pecado capital del tercio de varas postmoderno, el aficionado tuvo que contentarse con la contemplación del trapío de los toros y de la porfía de los toreros; la de los de oro y la de los de plata. Un par de Joao Ferreira ya fue recogido el año pasado en las actas del Jurado del Club, pero en esta Feria su conjunto ha sido espeluznante. El saludo de montera conjunto con Fernando Sánchez supo a poco. La personalidad de Javier Castaño gusta en Pamplona y no huelga recordar la máxima de que la suerte de matar sustancia los premios, lance de especial peligro y mérito cuando se ejecuta con valentía torera. Por eso, variados toreros de postín la rehúyen cobardemente y practican toda una gama de saltos y contorsiones mientras coronan con la muleta al noble animal. Pepe Moral también gusta al público pamplonés y Fernando Robleño gustará.

En un día grande para la taquilla oficial y la extraoficial, los Jandilla 2019 nos dejaron burbujas de indignación ante la visión de ejemplares anovillados en la Feria del Toro. Y así, el buen aficionado repitió en la observación de un festejo de toreros: las voluntarias vicisitudes del enorme Urdiales y la buena ejecución de la segunda estocada de Castella. Roca Rey no tuvo el detalle de informar públicamente a sus innumerables seguidores que estaba lesionado y los reventas tampoco tuvieron dicha deferencia con sus clientes. Lo intentó delante de un Bos taurus que tenía menos talla que él de hinojos, pero el bajonazo no entró, como aquellas pelotas de Mac Enroe.

En el día siguiente, fueron los Victoriano del Río quienes corrieron un encierro tristemente histórico. Quien tenga la responsabilidad de la autoridad en un acto tan sagrado como es el encierro de Pamplona, tendrá que tener la personalidad de no ceder ante presiones mediáticas de grupos de arribistas. La masa que aplaude ahora añadir más “picante” al encierro, pedirá su suspensión si una mañana hay tres muertos. Y los cabestros que sobran son los de la ganadería de Narciso.  Ya en la plaza, la camada madrileña salvó el honor con Exótico, candidato al Carriquiri al que la Academia dejó sin estatuilla. Su encuentro sobre la arena con Ferrera perdura, quien ha demostrado a todos que lo que quiere es un esportón lleno de poesía, sin importarle el número de sus lectores. El maestro balear está pisando ya terrenos muy elevados en la tauromaquia. Ojalá monte algún alboroto más en Pamplona. Esta tarde del 11 hasta El Juli nos dejó una burbujita con la ejecución de un perfecto pase del desprecio. El futuro en nuestra Iruña del torero revelación llamado Pablo Aguado es incierto: muleta muy de Sevilla para una plaza muy de Pamplona. O el Santo le bendice con devoción auditiva o se perderá con la Chica Ye-yé, aunque le saquen toros “asevillados”.

El maestro Ferrera y Exótico frente a frente, ante la admiración de los buenos aficionados sobre el refrigerio popular . El torero se desconcentró o se rajó en la suprema, desvaneciéndose la perla. La mente de este insigne matador es un misterio. Foto : Javier Arroyo. APLAUSOS.

Los Núñez del Cuvillo seleccionados para Pamplona no sólo corrieron el encierro como los Núñez sino que embistieron en la plaza como los Del Cuvillo. La concesión de la segunda oreja y el regalo de la puerta grande a Cayetano, ante un torete que repetía sin fiereza alguna, parecía ya la puntilla de la Feria del Toro 2019 para el aficionado. Pero en las venas de la moribunda entró la magia de San Fermín y el nieto de Antonio Ordóñez se ganó el aplauso y el respeto de todos con su segundo toro. Cayetano, el tercer hombre del histórico 13 del 18, ha practicado el buen toreo en todas sus actuaciones en Pamplona y se ha ganado la corona y el laurel del tendido de sol. El rincón donde asesta las estocadas es, en todo caso, una prueba más de su abolengo. Los tendidos pueden pedir atronadoramente el rabo o la pata, pero quien no puede meter la ídem es la Presidencia. Nuestro ex Josecho Gimeno hizo el quite del pañuelo azul que, quién sabe, igual pasa a ser historia y tradición.

En la mañana del 13, las tertulias espontáneas del Club habían recuperado su vitalidad y llegó el debut de La Palmosilla. Entendidos de verdad, como Patxi Arrizabalaga, ya habían advertido a las emociones disparadas que la genética es más importante que la historia. Este festejo merece su revisión pausada en el invierno taurino; ya el maestro Corrochano dejó escrita bajo canon la sentencia de que una corrida tiene tantos matices que es imposible aprehender todos. Garrido vino a salir por la puerta grande, pero no quiso picar a un toro al que no vio su fiereza y después le tocó el Premio Carriquiri, que le embistió más que un Núñez y un Del Cuvillo juntos. Luis David vino solo a hacerlo bien y obtuvo el premio de la prudencia. Javier Marín vino a vivir o a morir como torero y vimos que el Santo no le quiere en esta profesión. Y la Santa Casa vino a la Feria con esta apuesta y la ha ganado.  La imagen de Viandero descornado fue terrible y fue el toro que el destino y los cites felones desde el burladero robaron a Javier Marín. En la tauromaquia, como en la vida, el éxito y el fracaso suelen ser fronterizos. 

En la tarde final casi nadie recordaba ya las tristes miuradas de los dos últimos años precedentes; el amor de Pamplona por esta casa adolece de la desmemoria de la pasión. Este año tampoco ninguno salió bravo pero todos se apellidaron Miura, consagrando la Feria su cierre con la máxima de que bien está lo que bien termina. Fue un festejo que nos ha dejado una gran burbuja añeja de verdad y de terror. Tras casi toda una feria sin accidente alguno, el festejo final pudo ser una tragedia histórica. El báculo del Santo fue más rápido que el ojo del miura. Los cites en las tablas suponían una de las máximas exposiciones en el toreo de siglos pasados y varios matadores perdieron la vida con este alarde. Contra el grave parte médico de Rafaelillo se contrapone la expectación de si volverá a enfrentarse, enfrente de un público del que ya ha ganado su corazón, con la cabecera de Zahariche. Si el empecinado murciano retoma su papel en nuestra plaza y triunfa en la próxima feria, ciertos críticos se rasgarán las vestiduras. En ese caso, les tendremos que explicar que Pamplona nunca olvida a los toreros que se juegan la vida de verdad. Juan Leal, de cuya inconsciencia algunos aficionados no queremos acordarnos, encandiló al respetable e hizo temer lo peor a algunos protagonistas. Ni don Antonio quería más muescas ni Chacón matar más miuras. El percance, el mito y el pánico acabaron convirtiendo al excelente matador gaditano en un mosquetero.

 

El hombre de la voz gaseosa, piel broncínea y ropa de Cáritas seguía anunciando su mercancía a todo paseante. El aficionado curioso que lo observaba no sabía si tenía hijos o si los tuvo, pero intentaba vender sus entradas como si les fuese el pan de verdad. El reventa no le había dirigido la palabra al aficionado en ningún momento, le había bastado con la primera ojeadilla para saber que aquel no le compraba nada. Sobre ellos se avecinó una pareja de aspecto normal, pero los tiempos que corren no son normales.   

– Oiga, jefe: ¡tengo para los toros de hoy!   

Sin detenerse en su paseíllo por la microgalaxia circular, aquella entreverada de árboles y adoquines, el hombre de la pareja desconocida, con un aspaviento pinturero de mano, espetó:

-¡ Yo soy antitaurino! 

El hombre de la voz gaseosa se dirigió ipso facto al aficionado curioso y comenzó una gran amistad. Le espetó:

-¿ Un antitaurino en Pamplona por San Fermín? ¿Pero este qué hace aquí?

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