El chupinazo de 2022 retumbó tres veces para todo enamorado de las fiestas de San Fermín: al del oído se sumaron en el cerebro y en el corazón los del 2020 y 2021. La lluvia no mojaba porque eran las lágrimas del Santo. El deber sanferminero es tan sagrado como placentero y el escritor tuvo que empezar la fiesta buscando al anciano con el que había hablado en los dos patéticos 6 de julio anteriores. Nadando con fe entre la desbordada felicidad de la renovada y vieja Pamplona, el escritor lo encontró protegido en un andador contra la pared del Gayarre.
La plaza de toros de Pamplona tiene su dueña y ama pero la centenaria estructura de hormigón pertenece emocionalmente a todos las generaciones de sus seculares abonados. Tras los bonitos cosquilleos de la novillada, sus miles de fieles la desbordaron de pasión sanferminera el 7 de julio, tres años después de aquel 14 de julio de 2019 y su ¡Feliz San Fermín 2020!
La corrida del centenario, nacida para la Historia, fue un festival feliz que los aficionados pudimos disfrutar pero no ver, puesto que no hubo toros de la Feria del Toro. Los tortolillos Del Cubillo jugaron a los pañuelos con la veteranía del saltimbanqui pegapases llamado El Juli y con la imparable roca número uno. La exhibición de rodillazos y arrucinas del peruano, frente al torito miniatura llamado Rescoldito, sedujo irrefrenablemente a un público sediento de ver burlar a un toro. El Rey sigue arrollando y sigue sin torear hondo ni rematado, aunque se nos perfila correctamente en la suprema, cualidad de valor que lo distingue y eleva sobre los demás. Nosotros seguimos sin entender su contumacia en entrar a matar en suerte contraria y en la querencia de la puerta del encierro pamplonesa; este error le cuesta pinchazos y, recordarán, una cornada. Nuestra burbuja del 7 de julio fue aquel olé cadencioso y recio que pudimos escuchar deslizarse entre el jolgorio, cuando el del terno blanco y rojo con hilo blanco tocaba algunas notas para la legión morantista. El maestro sabía que los suyos no merendaban e intentó matar recibiendo a Jarandero, pero sin arriesgarse lo suficiente para clavar arriba. La estampa de Morante con el color de la mejor fiesta del mundo es la imagen que el Tiempo empieza a coser de la corrida del centenario.
Los Fuente Ymbro volvieron con la alegre movilidad Domecq que es la fuente de orejas de hoy en día. La bronca a la presidencia que habríamos querido ver el día del Patrón, si no hubieran concedido segundas orejas, la vimos el día de la trasnochada y triste efeméride en forma que no queríamos ver. Luque torea mejor que muchos otros hace mucho tiempo y por eso le impiden la entrada al club de las figuras. El maestro sevillano se ganó con su lidia a Comisario a la plaza, aunque nosotros no compartimos aquel entusiasmo, viendo el empleo del pico ante un toro noble y encastado que recibió vulgar muerte. Comisario fue un encastado fuenteymbro de impresionante cornamenta que recibió una deficiente estocada de su matador, Daniel Luque, con muleta por las nubes, telón del maestro y espada enterrada allá en los bajos. Nosotros ni pedimos oreja ni silbamos al presidente.
La burbuja del 8 de julio fue ver a Garrido tropezar dos veces con el mismo grano de arena de la plaza de Pamplona, ordenando marcar y no picar en varas a un toro que no ve que es furibundo, tal como pergeñó en 2019. Si con aquel premiado palmosilla Brujito naufragó, al noble Infortunado le hizo honores a su nombre. El matador extremeño no le dejó demostrar su alma de toro bravo y todo brillo posterior del maestro fue el reflejo de las embestidas de un probable premio perdido. Mientras tanto, Álvaro Lorenzo debutó con hospitalidad sanferminera.
Las tertulias y críticas del día 9 han ejecutado el futuro de la casta Escolar en la próxima feria. Amén de la indiscutible flojedad brava que vino desde las tierras de Ávila, nosotros vimos en la arena el miedo que los coletudos no tienen enfrente de ninguno del monoencaste. Adame estuvo especialmente aterrorizado frente a sus enemigos y tuvo que emplear todo su oficio, incluyendo la orden de masacre a discreción en varas. Los lanzazos a Cartelero de Sandoval tuvieron sabor de Chivito. El mejicano nos dejó, eso sí, la burbuja del quite al banderillero Candelas, cuando el de plata perdió el pie entre tanto pavor escolar. El susto nos hizo recordar el terrible arreón en tablas de un Pincha a Félix Delgado durante la novillada, lance que pasó desapercibido a pesar de lo milagroso de su resultado. Rubén Pinar, quien empezó bien y acabó mal y un siempre pundonoroso Javier Cortés, pudieron salir con la cara alta de un festejo de Pamplona en el que por algo las llamadas figuras no están.
¡ Illa, illa, illa…Palmosilla maravilla! Este cántico nunca lo oiremos porque los toristas somos solo un puñado de entusiastas pero, por supuesto, exigiremos un primer tercio de verdad para cantarlo nosotros mismos. La pésima ejecución de las entradas al caballo impidió a los seis palmosillas obtener algún reconocimiento individual para el recuerdo. Hubo un tiempo muy cercano en el que solo creían en esta ganadería la comisión taurina y Patxi Arrizabalaga, aunque ahora es la ganadería revelación de la Feria del Toro y, por ende, de la galaxia taurina. Rafaelillo, vuelto a la vida y a la ratonería en los ruedos, hizo de buen Rafaelillo y no desaprovechó su oportunidad. Rafaelillo es uno de los toreros más habilidosos con la espada del panorama taurino actual y, por encima de sus limitaciones lidiadoras, se gana el honor de ser matador de toros. Aunque es un especialista en quedarse en la mitad de la suerte y dar estocadas delanteras, dio buena muerte al palmosilla Arrumbadito. Así también hizo el simpático y valiente Escribano, quien también mostró su mejor cara. Remilgado fue el palmosilla primus inter pares para la crítica. El maestro Escribano lo acompañó en sus embestidas y ambos chocaron en la suprema, compensando el maestro con su valor la trampa en su ejecución. Leo Valadez fue asimismo obsequiado con la proverbial generosidad navarra al invitado. El maestro, debutante en Pamplona, nos dejó la burbuja del capote para el recuerdo con una arriesgada larga final, rematada a la cordobesa, con el palmosilla Pueblerino que lo embestía al galope, como todos sus hermanos. Entre la pañolería triunfal final y el alzado a hombros mayoral, tuvimos la burbuja melancólica de pensar que el paseíllo de Rafaelillo debía haber sido el del 14.
El día 11 volvió a mugir la fiereza cebada en la Feria del Toro y nos congratulamos de ello. La cruz fue el encierro, donde echamos mucho de menos a los cabestros de El Uno. Sabemos que nuestra opinión es minoritaria pero señalamos que, por primera vez en la centenaria historia del encierro de Pamplona, una contrastada medida de seguridad se ha echado para atrás por mor del espectáculo. Ahí dejamos nuestro temor para reconocer a los valientes que se las vieron en el ruedo con cebaditas de verdad y de Pamplona. Leal es un torero temerario que sigue ileso porque sabe taparse con la muleta con reflejos felinos; tiene madera de torero de Pamplona pero deberá perfeccionarse más y confiarse menos. El maestro no sabe hacer un volapié pero a genio y valentía no le gana ni un cebada de Pamplona. Marismeño vendió cara su muerte y avisó al matador de que el camino es la técnica y no la temeridad. El maestro Román nos dejó la burbuja del día con su estocada a Cepillito, al que dio la muerte en borrachera que se merece todo toro de lidia; hay que ser muy honrado y muy torero para volver a ejecutar así la suerte de matar tras la bárbara cornada que sufrió en 2019 en Las Ventas con aquel Baltasar Ibán. Colombo también quiere ser un torero de Pamplona y ha subido un peldaño a la carrera, que no a paso, de banderillas. Colombo se postula pero ser un torero de Pamplona no es nada fácil; en manos de San Fermín está. Supo interaccionar con espectacularidad con las peñas pero su actuación no puede compararse con la del rabo conseguido por Esplá en 1985 frente al osborne Campesino, la cual puede simbolizarse en la elegancia de la boina roja que usó el maestro alicantino frente al sombrero de tenderete festivo que utilizó Colombo. Su estocada rinconeramente fulminante a Llorón ha sido premiada. Dios quiera que la fiesta brava arregle en Venezuela lo que destrozan los políticos.
La feria más espectacular de los últimos tiempos no tenía descanso y el día 12 volvió el encaste Domecq con Jandilla, todo un pilar de la Feria del Toro, aunque no goce del glamour popular de otras ganaderías. Urdiales sigue impartiendo la lección magistral de que si un torero no viene a Pamplona es por cobardía y toda explicación ulterior es vana. El que también ha venido ha sido Talavante en su regreso, quien no genera duda alguna en su valor pero demasiadas en su voluntad. San Fermín le puso delante al premio Carriquiri y el alma torera del maestro despertó con la burbuja del formidable empujón de Rufián al picador Manuel Cid, quien no le dio correctamente la salida pero supo aguantar sin barrenar, ganándose al Jurado de nuestro Club. Los seguidores del extremeño tuvieron la suerte de contemplar su bella estética frente a un toro bravo al que no pudo dominar, pero al que intentó matar de verdad. Fue todo un regalo del Santo por aceptar el reto de venir a Pamplona. Ginés acudió convaleciente y no tuvo ninguna suerte en el sorteo de los jandillas.
Teníamos un temor especial a que una desgracia en los encierros ennegreciera unos sanfermines maravillosos. Cuando los Victoriano del Río entraron en los corrales la mañana del 13, tras perdonar la vida al pata de turno, descansó nuestra fatiga. Siempre confiamos en la hermandad miura. Los toros madrileños fueron, en conjunto, los domecq que mejor lucharon contra los caballos armados y más persiguieron a los banderilleros, aunque eso hoy no se premia. Nosotros hemos visto grandes pares de banderillas en esta feria aunque ninguno ha sobresalido para nuestro Jurado. La supuesta figura Perera agotó a pases a dos buenos victorianos con su habitual estética de jugador de futbolín, los mató en las afueras con su habitual telón y triunfó como lo hace en todas las plazas, Madrid incluido, matando con la derecha mientras encapucha y ciega con la izquierda ¿Por qué critican tanto la generosidad de Pamplona?
Habrá que rezar al Santo por la ciudad y por el entrañable Paco Ureña, del que solo queremos recordar que fue el único que dejó a un toro largo en varas en toda la feria. En esta penúltima repetía el arrollador joven limeño pero esta vez no le salió por chiqueros un lindo torito, sino un señor toro llamado Jaceno. El Rey sudó su terno lila bregando con el fuerte y bravo victoriano sin acabar de doblegarlo, matándolo a la segunda entrada con un bajonazo tan rápido e inteligente que nuestro público pidió la oreja. La burbuja nos la dio la presidencia con el pañuelo azul, reconociendo las tablas en modo sorprendente, digno e inusual. Al final, al alcalde de Sol se le acabaron los pañuelos mientras los capitalistas le miraban exhaustos.
Ferrera no nos dejó ninguna burbuja para el recuerdo en su gris encerrona llovida por las circunstancias. Ni la casa miura trajo la cabecera de manada, ni el maestro emocionó con su anuncio a la mayoría de la afición ni convenció a la plaza con el resultado. Quizás, si hubiese empleado la suerte de matar de su invención tras la buena lidia del segundo, habría podido elevar a tiempo la línea del festejo. En fin de cuentas, no olvidaremos que mató seis miuras cuando las supuestas figuras no matan uno solo. Y la feria acabó a hombros, tal como empezó.
El conjunto ha sido una maravillosa apoteosis de las explosivas virtudes y defectos propios de la plaza de Pamplona. Las largas colas en la renovación de abonos ya habían roto toda incertidumbre en la preferia y las variadas intrigas que buscaban el cemento en los tendidos, se han estrellado en los sucesivos llenos de euforia en blanco y rojo. La Feria del Toro 2022 ha sido la madre de todas las derrotas para el activismo antitaurino que tiene a nuestra ciudad en el punto de mira. Así como ha sucedido en otros momentos de crisis aceradas en la historia, la reacción popular sostiene la fiesta de los toros como nuestro esparcimiento tradicional, una expresión cultural abierta y libre para todos.
El escritor sabía que el anciano no quería hablar con nadie, por lo que renunció a todo intento de ingenio en el diálogo:
- ¡Qué animado viendo la calle! Ya hemos recuperado los sanfermines. Y este año hay menos gente de fuera, ¿verdad?
El anciano sostenía tan firmemente el andador como su mirada. Tras unos segundos de ocho de la mañana en San Cernin, habló:
- ¡ Hay que recuperar todo!