Crónicas día 8

La poca casta de los toros hizo inútil el esfuerzo de los toreros

Mala sin paliativos fue la corrida de los hierros de El Tajo y La Reina con la que el diestro retirado José Miguel Arroyo ‘Joselito‘ debutó este miércoles como criador de bravo en Pamplona.

Pero si en toda su carrera el torero madrileño hizo un sólo paseíllo en esta plaza, a la que no quiso volver vestido de luces, parece que tampoco volverá como ganadero, dado el pésimo juego de unos astados que tampoco lucieron unas buenas hechuras en su conjunto.

A los seis ejemplares de este miércoles les faltó una buena carga de raza, sin excepción, lo que algunos reflejaron con nulo recorrido y fondo ante las telas y otros con un áspero genio defensivo, negados a embestir con una mínima entrega.

Los tres diestros que se les enfrentaron hicieron seis largos y, en general,infructuosos esfuerzos por sacarles algo de partido, tirando tanto de técnica como de actitud y de empeño, sin obtener mayores recompensas.

Urdiales, que sustituía al lesionado Antonio Ferrera, le hizo un trasteo trabajoso al que abrió plaza, el toro mejor hecho de la corrida y que acudió con alegría a los cites. Pero estaba tan justo de fuerzas que se dolió y protestó en cuanto le tocaba emplearse.

La suavidad y la paciencia con que lo trató el torero riojano consiguieron equilibrar las arrancadas de este toro, para así conseguir un tramo final de trasteo con pases templados de buen gusto y de buen trazo.

Esos naturales y derechazos tan elaborados fueron, junto a un gran quite por chicuelinas al tercero, lo mejor de la actuación de Urdiales, que se alargaría luego en exceso ante un destartalado cuarto que no paró de soltar tornillazos en sus cortas arrancadas.

Morenito de Aranda se las vio primero con un feo cinqueño al que saludó decidido con dos largas cambiadas de rodillas. Sangró excesivamente el toro en varas y llegó descompuesto al último tercio, donde el burgalés mantuvo la misma actitud pero sin eco en el tendido.

El quinto fue todo «un tío», como se llama en el argot a los astados de impresionante trapío. Pero ni el cuajo ni la seriedad del animal iban acompañados de la suficiente casta, pues apenas caminó detrás de la muleta en el dilatado empeño de Morenito, siempre valiente y voluntarioso.

El único balance positivo en la estadística de la tarde fue el de la vuelta al ruedo que Jiménez Fortes dio tras la muerte del tercero, que tampoco tuvo celo alguno.

El joven torero malagueño puso con él toda la carne en el asador, tanto en los pasajes más ortodoxos como en los más efectistas de una faena en la que su firmeza y su determinación, aun siendo arrollado en el remate de rodillas, centraron la atención del tendido.

El mismo planteamiento aplicó Fortes con el sexto, incluso sacándole muletazos sueltos de mucho mérito, por pulso y recorrido, a un animal que se fue apagando como una vela y con el se también se prolongó más de lo necesario.

LA CORRIDA

Seis toros de los hierros de El Tajo y La Reina, estos en primer y segundo lugares, casi todos cinqueños y de desiguales y feas hechuras, salvo alguna excepción. En su totalidad, corrida descastada pésimo juego en la muleta por su falta de celo o por su genio defensivo.

Diego Urdiales: estocada corta y descabello (ovación); pinchazo, media estocada y descabello (silencio).

Morenito de Aranda: dos pinchazos y descabello (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).

Jiménez Fortes: pinchazo y estocada trasera (vuelta al ruedo tras leve petición); estocada delantera que asoma y dos descabellos (silencio tras aviso).

Entre las cuadrillas, David Adalid y Pascual Mellinas saludaron tras banderillear al quinto, con un gran par del primero.

Cuarto festejo del abono de San Fermín, con lleno en los tendidos.

(Paco Aguado en Agencia EFE)

 

‘Joselito’ y Pamplona, una pareja mal avenida

Veintisiete años después, José Miguel Arroyo Joselito regresaba a Pamplona. Habían pasado casi tres décadas desde que la tarde del 9 de julio de 1988, el torero madrileño debutara en San Fermín. Y ese día, el primero de su carrera en Pamplona, al final fue el último. No le gustó a Joselito la peculiar afición pamplonesa y nunca volvió. Pese a las reiteradas ofertas y peticiones de la Casa de la Misericordia en sus muchos años como figura, José Miguel Arroyo decidió que Pamplona no era para él. Hasta hoy. Veintisiete años después, finalmente, Joselito volvió; eso sí, como ganadero.

Y es que la Feria del Toro acogió el debut de El Tajo y la Reina, los dos hierros propiedad del torero madrileño. Tranquila fue su carrera por las calles de Pamplona en el encierro. Rápidos y nobles, los de Joselito ni siquiera miraron a los miles de mozos y mozas que les acompañaron desde los corrales de Santo Domingo hasta la plaza de toros. Pero lo verdaderamente importante, lo que nos interesa a los aficionados, es lo que pasó luego por la tarde en la segunda corrida de toros de estos sanfermines. Pues bien, si mal fue el debut de Joselito como torero allá por el 88, quizás peor fue su estreno como ganadero hoy. La corrida de El Tajo y la Reina, muy desigual de presentación sorteó algunos ejemplares feos e impresentables para lo que exige la Feria del Toro. Fue el caso de los corridos en segundo y tercer lugar. Incluso el primero, demasiado cerrado de cara y ligeramente acapachado, no estuvo sobrado. En cambio, el cuarto o el quinto, mucho más descarados y armados por delante, sí se ajustaban al tipo de toro que se pide y gusta en Pamplona. Es verdad que no es fácil presentar una corrida de toros pareja y de irreprochable fachada para San Fermín. Pero, precisamente por esto, la Casa de la Misericordia debe elegir con mucho cuidado lo que reseña y envía a su feria. No todo vale y menos en Pamplona. O al menos así debería ser.

Y si mucho dejó que desear el encierro por fuera, aún peor fue lo que llevó dentro. Corrida muy descastada y deslucida a la que le faltó tanto fondo como fuerza. Un sexteto que apenas dio opciones al interesante cartel anunciado. Tan sólo Jiménez Fortes fue capaz de dar una vuelta al ruedo. Fue tras acabar con el tercero, un animal mal presentado por su terciada apariencia, y que se movió con nobleza, pero también con sosería. Aunque solía humillar, tuvo la casta muy justa y la tendencia a salir distraído. Fortes, que ya había reaparecido en Badajoz tras la dramática y muy grave cornada sufrida en San Isidro, se mostró totalmente recuperado y ofreció una de sus mejores versiones durante toda la tarde. Ante sus dos oponentes presentó bien el engaño y corrió la mano muy asentado. Eso por no hablar del valor, del enorme valor que posee este torero. En sus dos faenas pisó terrenos muy comprometidos y se dejó llegar muchísimo a los de Joselito. Ante ese tercero, tras intentar el toreo fundamental, echó mano de ese valor para calentar los tendidos toreando de rodillas o pasándose a su oponente a milímetros por delante y por detrás. Incluso, en una de esas veces en las que estaba metido en el terreno del toro, cayó en la cara y el animal lo buscó en el suelo afortunadamente sin consecuencias. Podría haber tenido premio, pero el pinchazo previo a la estocada lo dejó todo en vuelta. Peor fue el sexto, muy descastado. De nuevo, el malagueño puso todo de su parte y logró algunos naturales templados y de buena factura que pasaron desapercibidos entre el jolgorio general.

Entregadísimo también se mostró toda la tarde Morenito de Aranda. Uno de los grandes triunfadores de Madrid llegó a Pamplona sabedor del gran momento que atraviesa y de la expectación generada en torno a su figura. Desgraciadamente, el burgalés se estrelló con un lote de escasísimas opciones. El segundo, muy justo de trapío, feo y sin cuello, comenzó embistiendo con mucha movilidad pero acabó muy venido a menos. Tuvo poca fuerza y eso provocó que en muchos momentos se defendiera. Descastado. Morenito, que lo había recibido con una larga cambiada de rodillas en el tercio y que después comenzó el trasteo también de rodillas en el centro del ruedo, anduvo bien colocado pero no tuvo opción de lucimiento. Eso sí, toda la frescura que había demostrado en los primeros tercios y en la faena de muleta se esfumó a la hora de coger la espada. Sin convicción y saliéndose mucho de la suerte, pinchó en dos ocasiones y rápidamente cogió el descabello para no alargar la agonía. Con su segundo, un toro castaño, serio, bien hecho y fuerte, se arrimó como un jabato en un palmo de terreno, pero la falta de casta de su enemigo restó importancia y emoción al esfuerzo. Se cruzó el de Aranda de Duero al pitón contrario, se dejó rozar la taleguilla con los riñones muy metidos… pero aquello no fue suficiente para llegar a los tendidos.

Encabezaba el cartel otro de los toreros del momento, Diego Urdiales. Y, de nuevo, esta vez en Pamplona, dejó detalles de su gusto y torería pero no terminó de convencer. Una vez más, Urdiales evidenció que le cuesta un mundo ligar los muletazos. Por ejemplo, ante el primero, justito de fuerzas pero noble y de buena condición, anduvo perdiendo pasos continuamente hasta que el toro se paró. Entonces, de uno en uno, firmó los mejores muletazos. Se coloca muy bien, con pureza, de frente, pero falta aguantar la repetición de los enemigos y ligar. Más arrebatado se mostró con el muy armado cuarto, otro astado blando y descastado al que le costaba repetir y que embestía andando.

Como torero, Joselito se presentó y despidió de Pamplona la misma tarde. Veintisiete años después, ahora como ganadero, puede que la historia se repita. Sin duda, una pareja mal avenida…

 

  • Plaza de toros de Pamplona. 4ª Feria del Toro. Lleno. Se lidiaron dos toros de La Reina (1º y 2º) y cuatro de El Tajo, muy desiguales y mal presentados en general. Descastados, blandos y deslucidos. El mejor, el 1º.
  • Diego Urdiales (gris plomo y oro): ovación con saludos y silencio.
  • Morenito de Aranda (verde oliva y oro): silencio y silencio.
  • Jiménez Fortes (verde oliva y oro): vuelta al ruedo y silencio.
  • Pascual Mellinas y David Adalid saludaron una ovación tras parear al 5º de la tarde.

(Alejandro Martínez en porelpitonderecho.com)

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