Desde el barrio: La rutina

Ya está aquí agosto, el mes que en España, ya saben, es sinónimo de celebración de cientos de fiestas patronales a lo largo y ancho de toda su geografía. La mayoría con toros, claro. Aunque en realidad sea septiembre el que carda la lana, agosto se lleva la fama de ser el mes más taurino de todos porque en torno al día de la Virgen se despliega esa frenética actividad que ya no reducirá su velocidad hasta que llegue la festividad de San Mateo, el 21 de septiembre.
 
Es así como desde hace un par de semanas nos desayunamos a diario conociendo un puñado de nuevos carteles o con un par de presentaciones públicas –como obliga la moda– de combinaciones de ferias mayores y menores, de largos abonos y de corridas sueltas que irán llenando de crónicas y reseñas los espacios taurinos durante los dos intensos meses que restan hasta el final de la temporada europea.
 
Pero este año la impresión es que las noticias sobre próximos carteles tienen menos interés que nunca. Que, de tan rutinarias, de tan repetitivas, las combinaciones que llenan las guías de festejos, salvo honrosas excepciones, han perdido la mínima capacidad de sorpresa y el imprescindible atractivo para conseguir un efecto contrario: sumarse una tras otra para formar una monótona cantinela de nombres invariables y manidos.
 
Esa es exactamente la decepcionante sensación que está provocando en el aficionado el actual estado del negocio taurino, dominado por una ultradefensiva y conservadora política empresarial que ha dejado de mirar al futuro para apurar los escasos beneficios que deja este monótono presente, el que hace perder interés a las temporadas una vez que la apisonadora isidril termina de aplanarlas a mediados de junio.
 
Con una amplia baraja de toreros en su órbita, los dos holdings que hoy por hoy controlan el toreo en España terminan de cerrar las ferias del resto del año atendiendo únicamente a sus cortoplacistas interés particulares, sin respetar ni premiar más éxitos y sin promover más novedades que los de los artistas que tienen bajo su control directo o indirecto.
 
De tal forma que, tarde tras tarde, vemos anunciados los mismos carteles, con los mismos nombres y con las mismas ganaderías, invariablemente, en cada plaza y en cada feria que van desvelando sus «novedades». Son los toreros que imponen y se intercambian los trusts, aquellos que, pase lo que pase y al margen de la eterna ley taurina que castigaba el fracaso y premiaba el triunfo, seguirán sumando rutinariamente decenas de contratos para abaratar así los costes de producción y dejar las suficientes comisiones a los grandes empresarios y a sus acólitos.
 
Lo que extraña es que a los culpables de esta perniciosa práctica les extrañe que no vaya suficiente gente a las plazas. Están tan encerrados en sus despachos que no acaban de ser conscientes de que los pocos aficionados que quedan y el público en general están hartándose ya de tanta rutina, de tanto cartel sin estímulos para pasar por taquilla.
 
No entienden que llevan demasiado tiempo abusando de un insípido menú del día a base de figuras veteranas, mediáticos pasados de moda y funcionarios de luces con más de quince años de alternativa –nunca en la historia del toreo coexistieron tantos toreros que duraran más de una década en las ferias– y que no sólo llevan todo ese tiempo haciendo exactamente la misma faena sino que además las plantean cada vez de forma más previsible y menos entusiasta.
 
Si acaso y como una concesión a las tímidas demandas de la prensa asimilada, en estos dos últimos años los productores de la rutina han dado paso, siempre bajo su estricto control, a ciertas novedades que, de tan pocas, tan explotadas y tan mal dirigidas, van dejando de serlo a base de quemarse y de convertirse en más de lo mismo, o a supuestas esperanzas artificiales que han acabado siempre por decepcionar o por no cumplir unas expectativas para las que no estaban realmente preparados.
 
La nómina de toreros de ferias está tan cerrada y tan tutelada por las grandes empresas que no deja lugar a sorpresas ni sitio para la independencia o la rebeldía ni al margen de las plazas grandes, pues los tentáculos de oligopolio abarcan incluso el cada vez más reducido mercado de los cosos de tercera, donde antes podían foguearse los aspirantes al gran circuito.
 
El hecho es que hasta allí también llegan tanto los que se dicen figuras como los empleados de capote y muleta, impuestos por los “mayoristas” a los pequeños empresarios en forma de packs de toros y toreros con los que, a precio muy asequible o incluso indigno, asfixian aún más la renovación y aniquilan las ilusiones de aquellos que no hayan tenido la “suerte” de entrar en la nómina de los grupos de poder.
 
Tal es así que, ahora mismo, existe una larga lista de espera de prometedores matadores de toros y con pocos años de alternativa que no ha tenido ocasión ni de pisar un ruedo importante para demostrar que tienen tantas o más posibilidades de funcionar y de aportar calidad que las novedades adoptadas por el holding.
 
Toreros como Emilio de Justo, Tomás Campos, Javier Cortés, Adrián de Torres o Martín Escudero, por citar sólo a algunos, tienen que echar la moneda al aire con las corridas duras de los pueblos de Francia, en el mejor de los casos, para poder sentir que están vivos y para llamar la atención de quienes ni siquiera escuchan a los pocos profesionales que quedan para defender a la cantera.
 
Pero, con todo, lo más triste puede que no sea solo tanto abuso de poder sino, además, el mal gusto y el pésimo concepto que como aficionados muestran los manejadores del cotarro, incapaces de formar ni un solo cartel redondeo incluso con los toreros que manejan, pues siempre acaban imponiendo el nombre de alguno que lo acaba jodiendo.
 
O, para ser más concretos, empeñándose en colocar en ternas fuera de contexto –carteles de banderilleros, de mediáticos o de modestos peleones– a un torero como Antonio Ferrera, autor esta temporada de auténticos y deslumbrantes recitales de tauromaquia dignos de los mejores escenarios y de las mejores fechas, pero fuera de los cálculos de los dueños de la rutina.
 
(Paco Aguado en: altoromexico.com   Foto: www.nuestrojaen.com)

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