#feriadejulio/ el desgarrador toreo de los héroes frente a los miuras

Si la escueta Fira de Juliol tenía algo a lo que agarrarse, era a Miura y a un mano a mano de toreros cabales y en sazón. Las tardes previas quedaban, a priori, como un trámite para, al final, alcanzar la esencia. La batalla campal de la desencajonada le dio más literatura a la tarde. València por julio siempre fue territorio de los de Zahariche. Se rozó la media plaza. Y luego vendrá a quejarse el personal de que esto no vende. Pues claro. Si el personal está hipnotizado con lo otro, la gangrena de las figuras que tienen vetadas ciertas ganaderías y cientos de carteles al año, al futuro, a la ilusión y la emoción. Pero con Miura, sin echar una gran corrida, ni las más grande ni la más fiera, se volvió a la esencia con dos toreros con corazones a prueba de bombas y armados de sincera torería. Y por eso el triunfo final fue para el toreo heroico, el de siempre.

La tarde ya empezó subida de revoluciones. La predisposición de todos era evidente. Un nombre bastaba: Miura. Y dos toreros en estado de gracia, don Rafael Rubio ‘Rafaelillo’ y don Manuel Escribano, que fueron recibidos como héroes con una gran ovación. La plaza un volcán y la pasión en los tendidos, algo cortos para alcanzar la media plaza, pero susceptibles a todo. Y de todo habría.

Ya en los primeros cinco minutos de festejo las pulsaciones se apelotonaban. Rafaelillo empieza su soberbia tarde yéndose a la puerta de chiqueros para recibir a Ballestero. Una larga cambiada. Otra en el tercio. La brega por verónicas y un galleo por chicuelo. Un traspiés en la penúltima. El primer ay. Rafaelillo entre las patas del castaño entrepelado, casi sardo. La señal, la seda abierta y un pisotón tremendo en el muslo que ya se había amoratado. El toro tiene temple. Es alto de cruz, acaballado, pero tiene clase al tomar los avíos. En banderillas le echa la cara arriba y derriba a Montoliu. Buen quite de peligro del sobresaliente Víctor Manuel Blázquez ahí.

Rafaelillo apuesta. Se dobla de inicio con poder. Y traga. La clase del Miura permite al murciano mecer la embestida. Otro sorpresón. La gente empuja y Ballestero da un toque. Tension Miura. Ojo ahí, no es un cualquiera. Hay un toro. Rafaelillo, adelante.

La imagen del torero cruzando la línea fue pura poesía. Dramática verdad. De eso se trata. Ahí nos entregamos todos y nos retorcemos en el tendido de pura tensión. Los pelos de punta. Ovación a un pedazo de toreo.

Luego asomó la polémica. Para que no faltase de nada. Y eso, a quien no le guste la pluralidad de una plaza de toros, tiene un problema.

Los tendidos sentenciaron al segundo de Miura por su presencia baja. Aniñado y fino. No gustó y los problemáticos apoyos hicieron el resto para que lo devolvieran a corrales. Uno del Ventorrillo sustituyó. Entretanto, las protestas de un espectador (del que cuatro conocemos su procedencia) adquirieron demasiada relevancia cuando aposentadores y policía nacional lo cercaron, le quitaron sus pancartas y le mandaron a la localidad que le correspondía. Una pancarta clamaba por los toreros valencianos que ya tienen prácticamente imposible entrar en València y otra decía que esta feria era una estafa. Hay opiniones para todo. Pero las malas formas sirvieron de altavoz, y por si alguien no se había enterado, lo vieron por la tele y todo. Otras pancartas que hacen propaganda de un partido político de extrema derecha se siguen colgando en un espacio de titularidad pública, pero se ve que eso no molesta.

El caso es que el sobrero de El Ventorrillo tuvo poca raza y escaso fondo. Enmorrillado y de fuerte tren delantero, llegó al último tercio con medio muletazo de menos. El temple de Escribano funcionó, aprovechando esos viajes en los que siempre acabó finalizando a su aire, cara alta y distraído. El de Gerena tiró de sobrado oficio.

Con el tercero se desata de nuevo la pasión. El Miura ‘Armillito’ se arranca por dos veces al jaco que monta Juan José Esquivel. Dos varas arriba tomadas con alegría por el toro. En el inicio de faena Rafaelillo lo pasa por arriba y todo se desborda con un cambio de mano que es un cartel de toros. Se resbala la embestida del Miura, el cambio acaba en un natural y Rafaelillo se aprienta del todo conforme se lo pasa por la faja. La entrega es total, celeste y oro, todo le brota de puro sentimiento… echándole los vuelos a uno de Miura. Pocas veces el toreo al natural surge tan arrebatado y sincero. Sin patrones. El Miura embiste queriéndo arrancar la muleta. La verdad de Rafael es la suerte cargada. Rafaelillo es un león. Y arranca un oreja de ley.

El cuarto es el famoso 72 de la desencajonada, el sardo que lió la mundial y se batió en duelo con sus hermanos de camada para salir victorioso: Jerezano su nombre. En el ruedo es una prenda. Sale enterándose de todo. Prueba, mide y regatea. No se entrega nunca. Aprieta al burladero y busca sorprender por arriba de las tablas. Derriba a Quinta y se quiere comer el peto y al caballo de picar. Espectacular. Genio, bravuconería y mucho poder. La segunda vara es al relance tras huir previamente. En el último tercio se deja con gran peligro sordo. Enorme mérito de Manuel Escribano para andar con él y darle muerte de estocada desprendida. Una prenda.

Ratón hace quinto. Cárdeno, largo y alto. Rafael de Murcia echa de nuevo la moneda. Dos largas pasándose la embestida muy cerca, siguen lances de ajuste, mando y acomple. Por la barbilla le alcanza el lomo. La media por la mano zurda es lo que le deja el buen sabor y le permite empezar a soñar. Lucido el tercio de varas. De 10 Rafaelillo en la dirección de lidia. Rafaelillo entra en un sueño y torea con relajo y excelente postura al Miura Ratón 66. En redondo, con verticalidad. La plaza se desgañita. València encuentra en Rafaelillo un auténtico héroe. The Straglers no habrían escrito aquello de ‘ya no hay héroes’. ¿Qué es sentir el toreo? Pues lo que desparramó Rafael Rubio. Sin dejarse nada. Total la entrega. Más sincero imposible. Los olés retumbaban como hacía tiempo. El sonido era otro, de tan puro. Distancia y suerte cargada. El pecho por delante. Embreguetado con el toro. El final, a más; vertical y enroscado. La espada no quiso que la puerta grande se abriese, como hace un año con el histórico Trastero de Cuadri, no quiso que se abriese como en el pasado San Isidro. Pero el toreo desgarrador fue de inolvidable intensidad. La vuelta al ruedo fue un clamor.

Qué más. Manuel Escribano dispuesto a todo después de un lote de opciones poco lucidas. El Miura sexto tampoco iba a ser ningún dechado. 647 kilos, pastueño en exceso, blandeó además de una mano. Se dejaba, pero le faltaba querer. Mucho tuvo que poner Escribano. Se volvió a ir a la puerta de chiqueros. Galleó por tapatías y se puso en el filo de ese par suicida de banderillas y escapó de ahí por milímetros. Qué locura. Y a un Miura lo jugó por cambiados por la espalda en el arranque de faena. Pastueño, sí; pero Miura este tal ‘Relator’. Temple e imaginación. Cuando todo parecía estar controlado, un arrebatado desplante tirando los trastos pudo resultar fatal. ‘Relator’ ahí no perdonó, se echó a Escribano a los lomos, lo lanzó, lo recogió con el otro pitón y lo perdió por dentro de la chaquetilla. Un milagro, un espadazo y una oreja.

La tarde había sido de constante emoción. Una tarde de toros de incontrolable contenido en la que no valían las medias tintas. Los Miura impusieron su sello y Rafaelillo y Escribano respondieron con una desgarradora y sincera demostración del toreo sin excusas ni remilgos. Era todo o nada. Qué emoción.

Y ahora la plaza de toros València cerrada hasta marzo de 2016. Qué idea más genial.

(Andrés Verdeguer en su blog: cornadasparatodos.blogspot.com.es)

¡Eran Miuras, miopes!

La Feria de Julio de Valencia ya tiene triunfador: Rafaelillo. El murciano toreó primorosamente este domingo, arrastrando la muleta por el albero, enganchando las embestidas y rematando detrás de la cadera, templando, cargando la suerte, dejando remates desmayados… Una lección de toreo clásico y del caro, unánime e intemporal. Este derroche de magisterio no lo hizo ante un Victoriano del Río, un Zalduendo, un Garcigrande o un Núñez del Cuvillo. Ni por asomo. ¡Eran Miuras! Rafaelillo curó ayer más de una ceguera, rehabilitó a algunos cortos de vista -profesionales, aficionados y periodistas-, quienes sostienen que sólo el «toro moderno» -previsible y obediente- permite el triunfo del torero y el disfrute del público. Ante los Miuras también se vence… y hasta la Diputación Provincial de Valencia lo ha reconocido.
Los amantes de la emoción, la casta, la torería y la fiereza del toro tenemos una deuda con Rafaelillo tras su hazaña en el coso de la calle Xátiva. Ayer se lanzó sobre el tapete de la temporada una carta decisiva: una corrida «torista» puede llevarse el gato al agua en cualquier feria. Este tipo de festejos, donde prima la emoción merced a la bravura del toro y la hombría de los toreros, no son el hermano pobre de los carteles de «figuras» y relumbrón. Y, para más satisfacción, Rafaelillo lo demostró en uno de los corazones de la Neo-Fiesta: Valencia. ¡Que eran Miuras, miopes!

Rafaelillo, que pudo haber cortado cuatro orejas, sólo paseó una al fallar repetidas veces con la espada. Este hecho arroja otra enseñanza: el toreo no es un deporte, por tanto, el resultado no se «mide» a través de un marcador. Las orejas no son goles. Hay faenas sublimes sin premio que quedan en la memoria por siempre. Y otras, atiborradas de despojos, que se olvidan al salir de la plaza. Últimamente, la Tauromaquia ha tomado una deriva triunfalista que la aparta de la épica: el héroe no siempre gana. Este domingo, Rafaelillo salió de la plaza a pie y su compañero Manuel Escribano -otro tío de las medias a la castañeta- se fue con la casaquilla, el chaleco y la camisa hechos trizas.

(Gloria Sánchez Grande en : contraquerencia.blogspot.com.es)

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