La ausencia total de festejos en Navarra marcará al año 2020 como una referencia temporal maldita. No ha sido ilegal la celebración de corridas en el Viejo Reyno, por lo que hay que extraer conclusiones y no son buenas. Personalmente estamos convencidos de que si en alguna localidad navarra se hubiera anunciado— en fecha ajena a las fiestas patronales—un festejo con una ganadería de interés para aficionados, se habría llenado el aforo legal, habría habido televisión patrocinadora y el día de la corrida habría sido la jornada más alegre del verano para dicho municipio. Se defiende—con razón—que el verdadero enemigo de la Fiesta está dentro, pero ha sido el enemigo exterior quien ha abortado la temporada taurina navarra, aspecto inexcusable en las referidas conclusiones.
Ha sido la norma para los empresarios de poder en la galaxia taurina asumir un año en blanco. Esta decisión ha sido lógica pero en una crisis extrema se necesita ir más allá del sentido común. El mundo del toro no ha sabido mantener la pulsión vital que sintetiza la máxima de que el espectáculo debe siempre continuar…porque el público puede irse para no volver. La pandemia puede asestar más de una cornada mortal a diferentes ferias y ganaderías, mas confiemos en que no sea así.
Empezamos el año nuevo 2021 y el virus es igual de nuevo. ¿Nos seguiremos creyendo que hay que esperar? Sin luz al final del túnel, las plazas de toros tienen que abrirse, así como se han abierto otros espacios de la sociedad. Adaptación y supervivencia son dos parámetros que se conjugan juntos.
Los aficionados, aun atrapados en las mascarillas, queremos respirar el olor del toro.