¡YA FALTA MENOS PARA SAN FERMÍN DE 1930!
LA ALTERNATIVA DEL TÍO JOAQUÍN.
Querido lector del club taurino: vamos a viajar a las brumas lejanas de la cuenca de Pamplona de los años 30 del pasado siglo. En aquel entonces, la cuenca era todavía toda la tierra a donde llegaba el tañido de las campanas de la catedral de Pamplona. Todavía no había despertado un amanecer de julio cuando nuestro personaje, Joaquín Ansa, se levantó a las 4 de la mañana en su pueblo de Cizur Mayor. Era Joaquín un navarro genuino de los de antaño, de los de recio andar sobre adoquines de pueblos sin luz eléctrica. Vara en mano, nuestro protagonista se dirigió a su primer deber de los días de verano. La puerta del establo saltó de su mano fibrosa y unos cuernos nerviosos lo recibieron con mugidos. La puerta abierta por una mano humana anunciaba la llegada del agua. Joaquín era un buen amo y sabía que un animal debe beber en la hora en la que salió Don Quijote de la venta manchega, en la del alba.
Nuestra auténtica historia empieza con el sonido seco de unas pezuñas que se acercan por el empedrado del camino de Barañáin, en aquel entonces un sendero rural. Dos bóvidos se acercan y nuestro personaje maldice al mal amo que deja a sus animales sueltos. Su vara está alerta y no permitirá que los recién llegados empujen a los suyos del agua del asca. Joaquín cree reconocer a los bueyes del vecino Yoldi cuando se juntan con su grupo para beber en armonía. Pero los rayos rojinegros de un cielo que empieza a abrirse le enseñan dos pieles que parecen negras como la noche. Ni Yoldi ni ningún otro pastor asoma por el centro del pueblo. Los bueyes de Yoldi son claros y , en silencio, se retracta de los exabruptos que le ha dedicado. Joaquín piensa entonces en el ganado de Chaparro pero en esa casa tampoco los tienen tan oscuros. Joaquín no entiende la multiplicación de cuernos pero nada le va a impedir acabar su tarea y desayunar a su hora. Grita a los bueyes que saquen su lengua del abrevadero y el lenguaje del camino de vuelta son certeros varazos. Los dos animales siguen a sus obedientes bueyes y cuando el último entra la corraliza, Joaquín los observa y cierra la puerta intrigado. Tiene a dos toros negros y espigados en su casa.
Joaquín contemplaba el amanecer con su merecido desayuno cuando una algarabía de forasteros con un grupo de jinetes irrumpe en el pueblo, amenazando con despertar a todo el mundo. Sus voces se desparramaron con angustia delante del recio navarro:
- ¡Buscamos a dos toros, buscamos a dos toros que vienen para la feria!, ¡ se han escapado y es ganado bravo para la corrida!
Rápidamente, Joaquín comprende. ¡Viva San Fermín!
La seca y adusta explicación del tío sobre el sucedido y las exclamaciones de los pastores pasan de generación en generación en la familia Elía-Ansa-Mañú, familia navarra genuina de hoy en día.
- Los he encerrao- les espetó el tío Joaquín-.
- ¿ Que ha encerrado a los toros? ¿ Pero cómo que ha encerrado a los toros?…
- Pues que los he encerrao. No van a estar sueltos por el pueblo…
Esta anécdota sanferminera de antaño, conservada oralmente en la familia de Joaquín Ansa, se recoge por escrito por vez primera en esta nuestra web del club y en estas fechas gestantes de San Fermín del 2015. No se dispone de la fecha exacta de este simpático y emocionante hecho. Tampoco hay rastro sobre las circunstancias en las que los morlacos escaparon al control de sus guías ni de la ganadería protagonista.
Procede una breve elucidación. Los hechos narrados acontecieron en época en la que ya se celebraba el encierrillo tal y como se lo conoce hoy. ¿Se trataba de toros escapados del encierrillo, en hecho no recogido por la prensa de época ni historiadores? La seguridad que ofrecían el corral del Gas, la muralla y el pretil de la cuesta hacen tal planteamiento más que improbable. Existe una explicación plausible y es la que encuentra el autor del artículo. Recordemos que la construcción de los corrales del Gas, en 1899, fue una obra municipal con afán de modernidad que buscaba evitar, precisamente, este tipo de incidentes en el traslado de reses bravas. Desde que estuvo disponible la instalación, los toros podían ser desencajonados directamente en los nuevos corrales desde vagones ferroviarios diseñados a tal fin. La bibliografía al respecto es muy escasa pero el hecho histórico es que el inicio del funcionamiento de los corrales del Gas no supuso la desaparición total de la práctica secular anterior. Durante siglos y en fechas presanfermineras, se realizó un traslado a pie, con pastores, caballos y cabestros, desde la ganadería de origen hasta el soto del Sario. En la prensa de las primeras décadas del siglo XX existen múltiples referencias a los “encierrillos a la antigua usanza” o “encierrillos antiguos”. En estas notas de prensa se adivina que esta conducción tradicional generaba una algarabía y desorden sobre la que los elegantes periódicos de época no podían explayarse. Los intereses económicos tanto como evitar a los animales un traslado incómodo eran el contexto que usaban ganaderías cercanas a Pamplona para mantener el sistema antiguo de traslado.
Estas son olvidadas historias taurinas pamplonesas que merecen ser investigadas en profundidad.
Por tanto, esta historia bien puede explicarse en la huida de dos toros durante uno de los últimos “encierrillos antiguos”. Éstos se celebraban en noche cerrada, a través de la cuesta de la Fuente del Hierro y de una Vuelta del Castillo no urbanizadas, desde el Soto del Sario hasta el último corral donde pernoctaban los toros.
Finalmente, puede aventurarse que no faltarán quienes argumenten que esta historia sea incierta y gestada por la imaginación de noches sin sueño. No conocen a las auténticas familias navarras. La barahúnda tecnológica de hoy aturde y oculta el tañido de las campanas de la catedral pero, algunos navarros de recio oído, lo siguen oyendo entre las brumas del siglo XXI.
Artículo de Carlos Chérrez.