“Todo empieza casi como un juego, pero aquí lo que te juegas es la vida”, aseguraba David Mora en la revista HOLA, en la edición que salió esta semana en los quioscos, parecía una premonición de lo que casi sucede pocos días después.
La duodécima corrida de la Feria de San Isidro tuvo que ser suspendida a la muerte del segundo toro por percance de los tres matadores. David Mora resultó herido al recibir a portagayola en el toro que abrió plaza (le arrancó de cuajo la femoral y además le propino otra cornada en una axila que le produjo grandes destrozos), Antonio Nazaré, pasó a la enfermería tras ser volteado en su turno de quites en el segundo, que le provocó una lesión de ligamentos en su rodilla izquierda.
Ese segundo correspondía a Jiménez Fortes, que reaparecía de la cornada sufrida el pasado Domingo de Ramos en Las Ventas y fue cogido hasta en tres ocasiones, sufriendo dos cornadas, una de ellas de dos trayectorias en el muslo derecho. Tuvieron la suerte de que fuese en Madrid, donde un gran equipo médico dirigido por D. Maximo García Padrós se hizo cargo de ellos, y en el caso de David Mora, prácticamente le salva la vida, no como le sucedió al joven torero Luis Miguel Farfán, que fallecía el lunes en Méjico a consecuencia de una cornada en el abdomen.
¿Alguien duda de la dureza de la Fiesta de los Toros? El del toreo es un espectáculo en el que se muere de verdad.
Todo respeto es poco para los hombres que se visten de luces. A veces tratamos las cosas del toreo con cierta frivolidad, como si el grado de técnica que han ido acumulando los lidiadores con él tiempo les hiciera invulnerables. Pero no nos engañemos, la tragedia está siempre ahí, Y deberíamos pensar más a menudo que el toreo no es un camino de rosas.
Josetxo Gimeno Argain