Por supuesto que este articulo no es un texto exhaustivo de los 100 años de vida de la plaza de toros de Pamplona, pues solo me limito hacer un trasteo donde recojo los datos mas importantes que han acontecido a lo largo de este centenario. Firmas como Luis del Campo, Fernando Pérez Ollo o Galo Vierge, ya se encargaron en su día y en distintos medios, de tirar de archivo e incluso de contar sus propias vivencias. Recordando que tenía razón André Gide, dramaturgo y escritor francés, cuando afirmaba: «todo está ya dicho pero, como nadie atiende, hay que repetirlo todo cada mañana». Pues eso, obedezco al maestro y premio Nobel para a continuación decir lo que ya está dicho.
Todo empieza cuando el arquitecto municipal Serapio Esparza, en el año 1915, diseña el arranque del llamado Segundo Ensanche, el cual se aprueba en 1920. A primeros de agosto de ese año, la llamada Junta Municipal de Beneficencia, plantea la oportunidad de que fuera la Meca (abreviatura popular por la cual los pamploneses conocemos a la Casa de Misericordia) la que se encargase de construir el nuevo coso taurino y pasara a ser su propietario, para que no fuese a parar a manos de cualquier empresa meramente especulativa; esta manera de pensar contaba con el apoyo incondicional de distintas personalidades y entidades de la capital. Así pues, la razón por la cual se empujaba a levantar otra plaza nueva era sólo urbanística, para abrir el Segundo Ensanche ya aprobado.
Cabe recordar que, por aquel entonces, era el Ayuntamiento a través de la llamada Comisión de Fomento la que organizaba los festejos taurinos y hacía de empresario, destinando el liquido resultante a partidas de beneficencia.
El Ensanche de Pamplona, proyectado como ya he apuntado por el arquitecto Serapio Esparza, exigía la demolición de la plaza de toros vieja, construida en el año 1851 sobre los cimientos de la levantada en 1844, y el derribo del Teatro Gayarre, que cerraba la Plaza del Castillo entre el Palacio de Diputación y el Crédito Navarro.
Dicho proyecto, colocaba la nueva plaza muy cerca de donde estaba la vieja y a escasos metros de la calle Estafeta. Dato importante, pues esto suponía que el encierro de la mañana apenas iba a sufrir cambios: con la plaza vieja, en el encierro al terminar la Estafeta los toros giraban a la derecha para recorrer los metros hasta los corrales de la plaza, y con la nueva, cuando los toros salen de Estafeta giran a la izquierda para buscar el callejón de acceso al ruedo.
El encargo del proyecto recayó en Francisco Urcola Lazcanotegui, un arquitecto donostiarra de renombre profesional. Este, además de haber construido edificios emblemáticos, tenía en su haber la plaza de toros de San Sebastian conocida popularmente como “El Chofre”, y la monumental de Sevilla en el barrio de San Fernando. Urcola tenía lazos familiares con Pamplona, al estar casado sucesivamente con dos hijas del alcalde de la ciudad, Joaquín Iñarra Ruiz: enviudó de María Luisa Iñarra y más tarde se volvió a casar con su hermana Teodora. Al alcalde Iñarra se le conoce como el primer regidor de la ciudad que, vara en alto, un 6 de julio coreó el “Riau–Riau”. Francisco Urcola, arquitecto del inmueble, empleó el hormigón armado, una innovación revolucionaria en las grandes construcciones de entonces.
El presupuesto final para poder construir la plaza fue de 1.270.000 pesetas y se adjudicó en febrero de 1921 a los constructores pamploneses Martinicorena, Mendizábal y Cª. empezando las obras la primera semana del mes de marzo de dicho año.
Como ya es sabido, el día 10 de agosto de 1921 la plaza de toros vieja fue pasto de las llamas, suceso que aceleró las obras de la nueva que ya estaban en marcha, siendo toda una hazaña que en aquel tiempo, sin los medios de los que se disponen ahora, la plaza de toros se pudiera levantar en dieciséis meses y que estuviera lista para su inauguración el 7 de julio de 1922.
Se amplía la plaza
La plaza se construyó con un aforo de 13.600 localidades. Fue a principios de los años 1960 cuando la demanda de localidades para asistir a las corridas de toros se dispara y la reventa hace su agosto, motivo para que el alcalde Miguel Javier Urmeneta plantee a la Meca una ampliación de la plaza. En febrero de 1964 el nuevo alcalde de la ciudad, Juan Miguel Arrieta, abrió el tema de la ampliación y se aprobó levantar un graderío sobre la andanada. Se presentó concurso de proyectos, ganando por unanimidad el presentado por el arquitecto Rafael Moneo.
Pasados los Sanfermines del año 1966, se adjudicaron y empezaron las obras con un presupuesto para una ampliación de 4.950 localidades. Con el nuevo aforo de 19.500 localidades, el coso pamplonés se había trasformado en una monumental. Pamplona recibe un tratamiento similar al de plazas de toros de primera, en cuanto se refiere a pesos, peticiones de cambios de tercios, sobreros y demás.
En el año 1970 se instaló la iluminación eléctrica en la plaza y, en el año 1983, se estrenó la cubierta actual de la andanada. Más adelante, según algunos arquitectos como Fernando Redón, a la sazón responsable del mantenimiento de la Meca durante años, ya advertían que la plaza no cumplía la legislación vigente, motivo por el cual, en el año 2005, por exigencias de la legislación de Navarra en materia de seguridad de espectáculos, se acomete la última reforma de la plaza, dotándola de más salidas, mayor número de vomitorios y de pasillos. Esta reforma no afectó al número de localidades al bajar más el albero y hacer una nueva fila denominada segunda contrabarrera.
Inauguración de la nueva plaza
El día 7 de julio de 1922, Pamplona ardía en fiestas. Se iba a inaugurar la nueva plaza de toros y los mozos se preparaban para correr en el encierro. En los corralillos del Baluarte de la Rochapea, los toros de la ganadería de los Herederos de Vicente Martínez, aguardaban la hora emocionante de la carrera. Por fin, un ondulante cohete se elevó en el aire, para estallar como un lejano trueno. A esta señal, corrieron mozos y toros. Un corredor cayó en el callejón de entrada a la plaza y, el aluvión humano que venía detrás, se enredó en sus pies, para formarse una muralla de personas aprisionadas, sin poder salir. A continuación, llegaron los toros pletóricos de fuerza, pidiendo pelea, y, asombrados, frenaron su ímpetu ante los cuerpos de los mozos caídos, que en gigantesco esfuerzo se abrían camino para cruzar el montón y coger el camino de los corrales de la plaza.
Más de cien heridos fueron atendidos en la enfermería, muchos de ellos causados por las pezuñas de los toros que pretendían abrirse camino en ese montón humano. Pamplona entera vivió aquella mañana una jornada de intensa emoción, temiendo por la vida de muchos de los corredores que quedaron aprisionados en aquel primer montón que se había originado en la entrada al callejón.
Sin importar lo sucedido aquella mañana en el encierro, la fiesta siguió derrochando alegría por las calles de la ciudad, bailando sin cesar al compás de las charangas. Por la tarde, bajo la presidencia del alcalde de la ciudad Tomás Mata, tres matadores de toros cruzaban el anillo del ruedo para saludar por vez primera al presidente y cambiar la seda del capotillo por el de percal. Saleri II, Juan de la Rosa y Marcial Lalanda, que fueron desde el Hotel Quintana andando, así como los picadores desde la popular fonda La Bilbaína, señalaban el camino que después habrían de recorrer legiones de toreros. La corrida de la inauguración no respondió a la solemnidad de tan señalado día. Los toros cumplieron discretamente. Los toreros no hicieron nada de sobresaliente, defraudando al público con una actuación desafortunada.
Algunos datos de interés del año de su inauguración
Como detalle histórico consignamos que el primer puyazo lo suministró al primer toro Manuel Sierra Manos duras, popular picador de la época con residencia en Zaragoza. El primer aviso le correspondió a Juan Luis de la Rosa, en su primer toro de la primera corrida. La primera oreja otorgada por la presidencia fue en la tercera corrida de abono al diestro Nacional II, en premio a una valerosa faena a un toro de la ganadería de Villar Hermanos. Como nota desgraciada, hay que destacar la herida que un toro de la ganadería navarra de Cándido Díaz infirió al banderillero de Marcial Lalanda, en la corrida llamada de la “Prueba”, celebrada el día 8 por la mañana. Este subalterno falleció a los pocos meses a consecuencia de las heridas recibidas en esa jornada sanferminera. La “Prueba” era una corrida que se daba normalmente el día 9 de julio a las nueve de la mañana, donde cada matador de los que venía a la feria lidiaba un toro a beneficio de la Casa de Misericordia. Normalmente consistía en cuatro toros y cuatro matadores, y su público mayoritariamente consistía en críos, criadas y guarnición con precios muy baratos. Esta corrida de “Prueba” se dejó de hacer después de la Guerra Civil que propició el golpe de estado del año 1936.
Saliéndonos del año de la inauguración, recogemos otros datos de interés que ocurrieron por primera vez en la nueva plaza de toros inaugurada el año 1922. Un toro de Santa Coloma hirió mortalmente en el encierro a un muchacho de Sanguesa llamado Santiago Domeño, de 21 años de edad, siendo este el primer muerto de un encierro en la recién estrenada plaza. El día 7 de julio de 1925, un toro de Villar Hermanos, hirió a un alguacilillo al saltar la barrera. Los primeros toros fogueados (infame castigo que se ponía a los toros mansos y que terminó prohibiéndose) fueron dos de la ganadería de Miura en la corrida celebrada el día 8 de julio de 1925. Y, el primer toro que le echaron al corral a un torero, fue a Cayetano Ordóñez Niño de la Palma en la corrida celebrada el día 9 de julio de 1926. Cayetano Ordóñez, después de haber recibido la temporada anterior—1925— una cornada, se convirtió en un torero miedoso y falto de pundonor. El día de San Fermín ya escuchó la gran bronca, también al día siguiente tuvo que salir protegido por los guardias. La indignación del público llegó el día 9. En su segundo toro recibió tres avisos y tuvieron que protegerle de las iras de la multitud que lo siguió hasta el hotel Quintana, teniendo que salir por una puerta trasera vestido de luces y meterse en un automóvil que lo llevó a Alsasua, para tomar el tren de Madrid. Aunque a lo largo de los 100 años de historia de la plaza ha habido más broncas colosales que no detallamos, Cayetano Ordóñez fue uno de los toreros que más altercados originó en la plaza de toros de Pamplona. Precisamente más tarde, un hijo de Cayetano, Antonio Ordóñez Araujo, fue el torero que para muchos aficionados marcó la época más dorada de la plaza de toros de Pamplona que ahora cumple cien años: llegó hacer el paseíllo en Pamplona durante 33 tardes, ostentando con Ruiz Miguel, el torero gaditano de La Isla de San Fernando, con 35 tardes, los que conservan el récord de ser los que más veces han toreado en la Feria de San Fermín.
Cecilio Vierge