Se colgó el cartel de “No hay billetes” en la única tarde de José María Manzanares en Madrid. El torero de la élite, de los guapos y guapas, de los vips llegaba para hacer su único paseíllo en San Isidro. Y Manzanares, que vino a pasar el trámite, a cumplir con el expediente, al final fue el triunfador. Sí, como lo oyen, a pesar de las continuas protestas de una minoría del público asistente, el clavel pesó más en la balanza. Una orejita le dieron tras matar a la primera al quinto, un animal noble que se movió y que al menos se mantuvo en pie. Todo un logro teniendo en cuenta que prácticamente el resto de la corrida estuvo más tiempo derrumbada por los suelos. De nuevo, El Pilar lidió en Madrid un encierro completamente inválido y descastado. Fue la de Moisés Fraile una corrida bien presentada en general, en tipo, pero que por dentro no tuvo nada. Inválido tras inválido se fue sucediendo un festejo soporífero que, sin embargo, se vino arriba en el quinto capítulo con Manzanares como protagonista.
No importó el que éste se pasara los cánones del toreo por el arco del triunfo. En esta nueva Tauromaquia eso de parar, templar, mandar y cargar no es relevante. Lo que de verdad tiene mérito es que el guapo del torero pegue pases de la forma que le plazca. Así que, así, José María Manzanares construyó una faena que basó sobre la mano derecha y en la que no se fajó con el toro ni una sola vez. Al margen de varios pases de pecho largos y de regusto, en el resto del trasteo se sucedieron los derechazos y naturales (pocos) ejecutados con todas las ventajas. Primero Manzanares citaba desde fuera, pero es que luego despedía al toro todavía más lejos. Vertical, encajado, intentando disimular su ventajismo desmedido con ese empaque que le caracteriza, el alicantino retrasó la pierna descaradamente ante la impotencia de unos pocos aficionados sabedores de que el toreo es otra cosa. Pero como digo, esos eran los menos. El resto, entre gintonics y cubatas, disfrutó y jaleó la lección de destoreo del hasta ahora niño mimado de Sevilla. Y digo hasta ahora porque ya también parece serlo de Madrid.
Y es que la tarde de hoy tenía su punto de morbo. Era la prueba definitiva. Dos semanas después de que comenzara esta Feria de San Isidro, la categoría de Madrid está más devaluada que nunca. En lo que llevamos de abono, algunos hemos tenido que ver, con tristeza y resignación, como la que hasta ahora era la plaza referencia, la más entendida y exigente, se ha sumado al carro del triunfalismo. La plaza de toros de Las Ventas, el templo del toreo, ha sido tomado definitivamente por un público desconocedor, facilón y orejero, y por un palco cómplice de las corruptelas del sistema. Y por eso la corrida de hoy era tan significativa. Todos teníamos dudas de si José María Manzanares, el torero más ventajista y mentiroso del momento, iba conseguir entrar también en Madrid. Y así ha sido. Esa oreja que paseó esta tarde puede marcar un antes y un después en un coso ya de por sí a la deriva. A lo mejor, cuando regrese (el año que viene) a Madrid el torero-modelo se encuentra con un nuevo nombre en la fachada: «Las Ventas, Plaza de Inválidos y Clavel».
(Fuente: Alejandro Martínez en: porelpitonderecho.com Foto: blog toros tarifa)