(Articulo de Pepe Morata, publicado el 29 de septiembre de 2014)
«Lo que embiste». O «lo que enviste», si usted es un taurino de alta alcurnia. Así de simple. Ni toristas ni toreristas, ni duras ni blandas, ni blancas ni negras. Aquí, las que embisten. Allá, las que no embisten. Con los primeros las figuras, con los segundos los desahuciados. Y en medio, siempre ese sufrido personaje que es el aficionado a los toros, esforzándose en resolver la cuadratura del círculo para discernir correctamente entre «las que embisten» y las que no. Porque hay que ver con estas tres palabrejas como nos sorben los sesos y lo definitivas que pueden llegar a ser en la boca de un taurino para poner el fin de la cita a cualquier opinión de un aficionado que se salga de lo preestablecido.
–»Mire usted, que a un servidor le gustaría ver a este torero tan poderoso con otro tipo de toros, con animales que les pongan en mayores compromisos y ellos demuestren su verdadera dimensión y capacidad».
– A lo que responde sin vacilar el taurino de turno: «Que no se ha enterado usted, que aquí lo único que embiste son las que ellos matan».
Y se acabó la discusión. No intente convencerle de que lejos de esas ganaderías «que embisten» hay otros mundos por descubrir, nuevos caminos para reencontrar la emoción perdida en la Fiesta de los toros, una bomba de oxígeno para escapar de los carteles del sota, caballo y rey. Repito, no le va a convencer porque si las figuras, con sus muletas tan poderosas y sus vastos conocimientos taurómacos no han matado una corrida de Cebada Gago desde tiempos inmemoriales es simplemente «porque no embiste». Que no estamos hablando de El Cura de Valverde, Luciano Cobaleda, Isaías y Tulio Vázquez o Pereira Palha. Hablamos de Cebada Gago, ganadería consolidada desde hace décadas, perfectamente toreable y que en la actualidad está pasando por uno de las etapas más brillantes de su historia, simplemente toros encastadados que precisan de depurada técnica para sacarles lo mejor que lleven dentro. Ahí están los triunfos en estos últimos años en plazas como Vic-Fezensac, Arles, Pamplona, Albacete, Bayona y otro rosario de grandes corridas en plazas de menor categoría y en novilladas. Pues nada, que los «cebaítas» no embisten y por eso no las matan las figuras.
¿Por qué no decirlo claro de una vez? Aquí lo que algunos buscan es que todas y cada una de las ganaderías embistan con un modelo tallado milimétricamente por la exigencia de las desahogadas figuras del toreo actuales. En esta neotauromaquia, lodos que quedan de otras épocas de mayor grandeza, nos quieren convencer (y lo acabará haciendo a base de repetir las mentiras mil veces) que solo embiste el juanpedro/zalduendo/garcigrande y si el taurinismo de pelo engominado y clavel en la solapa clama que Cebada no embiste es porque Cebada no embiste como el juanpedro/zalduendo/garcigrande. No nos dejemos engañar con los tres palabros de marras. No es que «no embistan», sino que en realidad no embisten como ellos quieren que embista, es decir, con la sumisión tontorrona y bobalicona que ha convertido un espectáculo de emociones desenfrenadas en el sopor inducido por la sensación de previsibilidad que habita en el ruedo con el toro «que embiste» para ellos. Nos quieren llevar maniatados y amordazados, sin derecho a opinar o reclamar, hacia una Tauromaquia donde todo está atado y programado desde cuatro años antes de que tenga lugar una determinada corrida.
El toro de Santa Coloma siempre se ha caracterizado por ser un toro mirón que exigía colocación precisa y ninguna duda y en ese incómodo caldo de cultivo forjó Paco Camino muchos puertos de primera categoría durante toda su carrera. Sin embargo, como son toros que exigen un sobreesfuerzo y «que lo ven todo» pues simplemente dicen «que no embiste» y punto. De nada sirve la retahíla de triunfos sonados que han obtenido toros de encaste Santa Coloma estos últimos años. Algún «camino» actual deja caer que los grises mueven mucho las orejas y es imposible triunfar con ellos. Al menos el pretexto es más original que la cutrez de «lo que embiste».
De igual manera tampoco valen de nada las grandes corridas lidiadas por Dolores Aguirre estas temporadas, ganadería que ha catapultado desde Juan Cuéllar, Pepín Liria, «El Fundi», «El Califa», Higares, a los actuales «Rafaelillo», Manuel Escribano o «Joselillo». Encaste Atanasio Fernández que en su día mataron con asiduidad todas las figuras del toreo y que tomó la ganadera de Berango dándole un punto de movilidad pegajosa y dureza de patas que fue definitivo para que el taurinismo la incluya sin tapujos entre las que no embisten.
Como Cuadri, que a pesar del impresionante nivel mostrado en estas temporadas repletas de toros para el recuerdo sigue siendo plato prohibido para las figuras. A ellos se las trae al pairo los «Aragonés», «Podador», «Mágico», «Tanquista», «Remendón», «Frijonero», «Comino», «Trastero»… que como los «cuadris» no regalan embestidas borreguiles en bandejas de plata pues decimos que no embisten y a otra cosa.
En resumen, que aquí lo que pasa es que algunos quieren la de Cuadri embistiendo con la nobleza sumisa de Zalduendo, la de Dolores Aguirre embistiendo con la toreabilidad pastelosa de Juan Pedro Domecq y la de Cebada Gago embistiendo con la previsibilidad cómoda de Garcigrande.
No les sirve Baltasar Ibán porque embiste con demasiado temperamento. Tampoco les sirve la emergente Pedraza de Yeltes porque embiste con demasiado picante. Ni hablar de Dolores Aguirre, porque embiste con excesivo poder. Tampoco les vale Adolfo Martín porque embiste desarrollando demasiado sentido. Tampoco les sirve la rama de Buendía porque embiste probando y mirando más de la cuenta. Tampoco les sirven otras ganaderías como El Pilar, Alcurrucén o El Puerto, más mansitos en el caballo pero la mar de toreables casi siempre en la muleta. ¿Entonces qué les sirve a estas figuras? El merengue, el toro teledirigido, el que «embiste».
Tratar de limitar la embestida del toro al modelo que llevan imponiendo desde hace tiempo y hacer el «apartheid» a las ganaderías que, aun sirviendo para el triunfo, tienen matices que ponen más caro el triunfo del matador es absolutamente nocivo. La riqueza de la Tauromaquia y el interés en el aficionado pasa por ver esas figuras mostrando sus recursos lidiadores ante todo tipo de embestidas, más dulces o mas temperamentales, más nobles o más enteradas, haciendo surcos o soltando la cara, abriéndose a los vuelos o metiéndose por dentro. A día de hoy que un servidor sepa los únicos toros que no embisten son lo de Guisando, que ya se puede poner uno cruzado al pitón contrario y presentarle la muleta planchada que aquello no se va a mover. En cuantos a los otros toros, los constituidos por carne, huesos y piel, todos embisten, con todas las apreciaciones que cada cual le quiera poner a cada bóvido, pero es innegable que el buen devenir de la Tauromaquia pasa por aceptar todos y cada uno de los encastes con sus características propias a la hora de embestir. Todas son válidas, a pesar de que unas impliquen el triunfo más fácil y otras el triunfo sudado. Y en el torero que es capaz de entender y dominar todo tipo de embestidas reside el reconocimiento unánime de toda la afición y mientras las figuras sigan apuntándose al juanpedro/zalduendo/garcigrande sólo tendrán el reconocimiento de ese sector de aficionados para los que el toro es mera comparsa al servicio de sus vitoreados ídolos.
Y por si no ha quedado claro se lo resumo: eso de «las que embisten» no cuela.
(Foto: José Joaquín Diago)