Manzanares, solo bisutería ante un lote de ensueño

SEVILLA 10ª DE LA FERIA DE ABRIL

Alejandro Martinez

 

La suerte favorecía a José María Manzanares. Una vez más, Sevilla respondía a la llamada de su hijo adoptivo con un casi lleno en la Maestranza. El día era estupendo y los tendidos se llenaron de guapos y guapas, famosos y vips, todos ataviados con sus mejores galas para descansar un ratito de la feria y disfrutar del torero alicantino. Y en los chiqueros, una corrida de la mma ganadería que tantas tardes de gloria le ha dado a este torero, sin ir más lejos, en esta misma plaza. Sobre el papel todo era perfecto, pero es que, además, a Manzanares le correspondió un lote de ensueño; dos toros para torearlos a placer, cortar cuatro orejas, y marcharse por la Puerta del Príncipe. Y es que Cuvillo no falló en su plaza talismán. Hubo de todo en un conjunto que puso en bandeja el triunfo a los tres toreros. Pero si alguien se llevó el premio gordo ese fue Manzanares. A él le tocó en segundo lugar el animal soñado por cualquiera que se viste de luces. Llevaba por nombre Encumbrado, era negro de capa, bajo de hechuras, sin remate por detrás y tocadito de pitones. Manzanares lo saludó con templanza a la verónica y, después, en el primer tercio dio la orden de cuidar al toro. Sí, como ven, en vez de castigar al toro para templarlo y bajarle los humos, tuvieron que cuidarlo porque ya venía templado de fábrica.

Es el toro del siglo XXI, ese animal genéticamente seleccionado para ser un mero de colaborador del torero. Muchos como el propio Álvaro Núñez Benjumea han reconocido que lo importante, lo primordial, no es el toro, sino el toreo. Que lo importante es que el toro ayude a triunfar al torero. Esta filosofía, impensable en otras épocas, es la que se ha impuesto en la actualidad y la que seguramente acabe con la fiesta. Pues bien, el picador atendió a la orden de su matador y a Encumbrado no le llegaron ni a meter las cuerdas. Un toro, en una plaza supuestamente de primera, cambiado sin picar. Y eso no es lo peor; lo más grave es que el público de guapos y guapas, no sólo no exigió que se castigara al toro, sino que aplaudieron el nulo castigo. Es la fiesta de nuestros días, la incruenta, la cursi, la superficial. Tras el tercio de varas simulado, David Galván firmó un quite por chicuelinas que remató con una larga. En banderillas, para no variar, la cuadrilla de Manzanares volvió a brillar y fue obligada a saludar montera en mano.

Y llegó la hora de la verdad. En la plaza el murmullo general hacía presagiar que estábamos ante todo un acontecimiento. ¿Se repetiría la historia?, ¿volvería Manzanares a indultar un toro de Cuvillo en plena Feria de Abril? No era difícil… Y así, sobre la mano diestra, comenzó el alicantino la faena de muleta. El toro, que ya había apuntado cosas buenas, confirmó los mejores presagios. Se arrancó desde lejos galopando, con alegría. Y este comportamiento lo mantuvo hasta el final. Fue un toro con una enorme prontitud y fijeza. Pero además, cuando llegaba a la jurisdicción del torero, embestía por abajo, con calidad y recorrido. Y no paró. Siguió y siguió embistiendo con transmisión hasta el final. Sí, un gran toro, pero al que no se picó. ¿Y Manzanares? Pues con público y toro a favor… no estuvo a la altura. Una vez más fue ese torero superficial y mentiroso que se conforma con ponerse bonito. Es verdad que anduvo muy templado, pero igualmente descargó la suerte en cada uno de los muletazos. Siempre con la pierna retrasada, con el pasito atrás, encadenó los muletazos con un ventajismo superlativo. ¡Imposible pasarle más lejos al toro! Pero a la gente le daba igual. La alegría, la emoción de aquellos que no diferencian entre el toreo auténtico y el de mentira, se había desencadenado en los tendidos. El empaque y el temple de Manzanares ante un toro de bandera lo inundaban todo. Tan sólo un par de cambios de mano sobresalieron en una obra de majestuosa bisutería, pero nada más. Manzanares es como una preciosa caja de regalo que dentro no tiene nada, está vacía. A pesar de todo tenía las dos orejas cortadas, pero esta vez la espada no funcionó. Un pinchazo hondo y cinco descabellos dejaron todo en una ovación, mientras Encumbrado se marchaba con las orejas intactas y sin cuajar al desolladero.

Y la historia se repitió en el quinto. El segundo del lote de Manzanares, castaño de capa y más fino que sus hermanos, también fue un muy buen toro que embistió con motor y transmisión en el último tercio. Eso sí, sepan que a este tampoco se le picó. De nuevo Manzanares lo tenía todo a favor para reafirmarse como el ídolo de Sevilla, de esta nueva Sevilla que no exige y que se conforma con muy poco. Pero Manzanares no parece muy preocupado en abandonar el conformismo, dar el paso, y convertirse en una auténtica figura del toreo. Está cómodo con su estatus actual y no tiene intención de complicarse. Así que volvió a torear tan templado como despegado. Aún así, se llevó un buen susto cuando, mientras estaba preparándose para iniciar una nueva serie, el de Cuvillo se le echó encima y le cogió sin consecuencias. Lo que faltaba para que los guapos y guapas se rindieran aún más ante su héroe vestido de luto. Así que, así, entre el clamor popular, Manzanares concluyó el trasteo y se fue a por la espada. El doble trofeo, otra vez, en sus manos. Pero José María quiso matar al toro recibiendo y la espada se le volvió a atrancar.

El que también estuvo cerca de pasear un trofeo fue David Galván en el último. El joven torero gaditano demostró que posee un buen concepto del toreo, pero que aún no está cuajado. En ese sexto, un toro más deslucido y que se paró pronto, anduvo valiente y tras una fea voltereta se ganó el cariño del público. Puso voluntad, pero faltó toreo. En el tercero, un astado noble que tuvo prontitud y movilidad, Galván se mostró frío y verde. Casi nunca llevó toreado a su oponente y en su labor faltó limpieza y sobraron enganchones.

Como telonero actuó un Francisco Rivera que, en algunos momentos, produjo vergüenza ajena. Actuación verdaderamente bochornosa en la que se dedicó a pegar trapazos a una distancia sideral de los dos cuvillos que le correspondieron en suerte. El primero fue muy noble y repetidor, pero tuvo poca casta y fuerza; mientras que el cuarto fue un mansito que tuvo movilidad, calidad y cierta transmisión en el último tercio.

Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. 10ª de la Feria de Abril. Con casi lleno en los tendidos, se lidiaron seis toros de Núñez del Cuvillo, correctos de presentación, y de buen juego en general. Destacó el lote de Manzanares, muy completo aunque sin picar.
Francisco Rivera (nazareno y oro): silencio y silencio.
José María Manzanares (negro y azabache): ovación con saludos tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.
David Galván (verde hoja y oro): silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.
Rafael Rosa y Luis Blázquez saludaron una ovación tras banderillear al segundo, mientras que Curro Javier hizo lo propio después de parear al cuarto.
Parte médico de Juan García: Cornada cerrada en cara posterior de muslo derecho que interesa a planos musculares con una trayectoria ascendente de 10 centímetros. Se procede bajo anestesia raquídea a desbridaje, limpieza, hemostasia y colocación de drenaje. Pronóstico: Menos grave que le impide continuar la lidia siendo hospitalizado. Firmado: Dr. Octavio Mulet Zayas

www.porelpitonderecho.com

Fotografía:Pagés

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