Empezó el año taurino con dos noticias que dieron mucho que hablar a los corrillos taurinos: La bomba que dinamitó la Feria de Abril con el “no” de Morante de la Puebla a la empresa Pagés de no participar en dicha feria, junto con las cuatro figuras del toreo que se dio en llamar el G-5 y en el que solo se descolgó Manzanares. Los empresarios Canorea y Valencia pidieron el perdón que reclamaban las figuras y todo apuntaba hacia la paz, pero se resquebrajó. Como digo, fue Manzanares el que rompió la unidad del G-5, siendo lo más llamativo el caso de Morante, que dio la espalda a la empresa pese a la sabrosa oferta de cinco tardes que le hicieron. Al final está claro esa lucha de intereses, cuando de verdad lo que necesita este espectáculo (que es más que el llamado G-5) es unidad y apuestas para no jugar con el futuro.
La segunda, fue el gesto de Fandiño anunciándose en Madrid el Domingo de Ramos con seis toros de las llamadas ganaderías toristas. Fandiño y su equipo de comunicación consiguieron un éxito sin precedentes: Abarrotar las Ventas un domingo de Ramos. Pero, el ojo del ojeador de turno (se supone que fue su apoderado Néstor García) a la hora de elegir los toros de las insignes ganaderías no estuvo acertado y no embistió ni uno. Falló también la actitud de Fandiño hacia algún toro como el cuarto de Escolar. Al torero esta corrida le pasó una factura como para no levantar cabeza en toda la temporada.
Llego San Isidro, el ciclo taurino de las Ventas, largo y a veces aburrido, con dos puertas grandes: López Simón revelación de la temporada y Sebastián Castella, que a un toro nobilísimo y codicioso de Alcurrucén. El diestro le hizo la que puede ser la mejor faena de su vida, por su hondura, templanza y artista. Destacaron también, Eugenio de Mora, Morenito de Aranda, Talavante, Joselito Adame, Jiménez Fortes, quien el día 14 sufrió dos graves cornadas en el cuello, Manuel Escribano, Diego Urdiales, Daniel Luque, Juan del Álamo, Abellán, Robleño y Rafaelillo.
Salvo ocho tardes que se colgó el “no hay billetes” el resto se notó. Y es que, Madrid ya no es lo que fue. La afición ha sufrido un cambio fundamental, antes exigente y sabia, y, actualmente triunfalista y bullanguera. Últimamente se están dando orejas que hace unos años no se daban ni de coña.
Las llamadas figuras como siempre, apostando con todas las ventajas que les ofrece su posición de privilegio, pasaron sin pena ni gloria. Ni Perera fue el del pasado año, así como el Juli, Morante, y Manzanares (a pesar de la oreja que cortó), contentó a la mayoría. Una de las mayores decepciones fue la tarde de El Cid, que con seis victorinos que fallaron estrepitosamente, al veterano torero le faltaron recursos, ideas, frescura y serenidad.
Llegó la feria de San Fermín y podemos hablar de una feria decepcionante, y encima, en cuanto a la materia prima se refiere, se coló por el Gas y los reconocimientos algún toro impropio, como el de la corrida de Domingo Hernández del día 13 de julio. En los demás bureles, solo hubo fachada y pitones en San Fermín. Magnifica presentación como es habitual en esta feria pero de poco juego. Una prueba evidente fue que, el jurado de la Meca que concede el premio Carriquiri a la corrida más brava, quedó desierto. Se salvó la corrida de Escolar que fue de menos a más con su toro de nombre “Costurero” (ganador del toro más bravo) y el debutante Ureña como lo más destacado.
Con todo lo que se diga, en Pamplona tenemos la suerte de tener una empresa independiente, y me explico: El día 7 de julio, llega López Simón, solo llevaba tres corridas: las dos de Madrid y una en Francia, en la que también triunfó: había cortado 8 orejas y un rabo. ¿De qué le había servido? De muy poco: como digo, solo la independiente empresa de Pamplona le contrató. Como a otros triunfadores de las Ventas, véase Aranda y Eugenio de Mora. Así no se puede producir el necesario relevo en el escalafón. Y es que, las primeras figuras forman un coto cerrado, en el que no dejan entrar a nadie, y encima el público les favorece, pues parece ser que solo acuden a ver a los famosos.
Aparte de esta revelación que ha sido López Simón, esta temporada ha destacado Diego Urdiales, con su estilo clásico. También Rafaelillo se ha consagrado como líder en las corridas duras, siendo una temporada muy importante para este torero que ha dado un nivel, una evolución y un crecimiento muy experimentado. También otros toreros como Escribano, Robleño y Ureña han estado a la altura.
Cerró la temporada la plaza de Zaragoza recuperada de la crisis que atravesó los últimos años, incluso colgando en alguna ocasión el “no hay billetes”, cartel que no se ponía desde hace quince años. Parece ser que la gestión del empresario Simón Casas ha influido en la buena asistencia que ha tenido este ciclo, arrojando unos resultados tanto artísticos como económicos superiores a los años atrás.
De las llamadas figuras para qué hablar. Como he dicho más arriba, con todas las ventajas que les ofrece su posición de privilegio y, como era previsible, han pasado sin pena ni gloria, sin aportar nada y llevándose prácticamente la taquilla de la plaza.
Algunos jóvenes novilleros han ilusionado también esta temporada a los aficionados como Garrido, el extremeño Ginés Marín, Posada de Maravillas y sobre todo el peruano, Roca Rey que acabó tomando la alternativa.
En lo que a ganaderías se refiere, hubo éxitos de algunos toros de las llamadas duras como, Miura, La Quinta, Escolar, Adolfo Martín y Saltillo. La ganadería de Fuente Ymbro es la que ha lidiado mejores toros en varias ferias siendo excepcional la de Logroño. Y como siempre las figuras han preferido sus toritos de Garcigrande Jandilla, Núñez del Cuvillo, Zalduendo y Juan Pedro.
Cecilio Vierge.