«¡Cumbre!, ¡Morante estuvo cumbre!» Eso dirán a sus amigos y colegas muchos de los que hoy se sentaron en los tendidos de la Maestranza. Y su entusiasmo tiene parte de lógica: no todos los días puede decir uno que ha visto cortar dos orejas a Morante. Y es que al sevillano le hicieron falta ocho toros –sí, ocho– para poder triunfar en una plaza que lo aclama haga lo que haga. ¡A la cuarta! A la cuarta corrida que mataba este año en el coso del baratillo, llegó el triunfo. Morante de la Puebla volvió loco a casi todo el mundo gracias a su indudable torería y personalidad. Toreo de verdad, de quilates, pero sin toro. ¿Qué cómo es eso? Pues muy sencillo: el de la Puebla se inventó una faena tan bella y torera como carente de mérito y valor pues delante tuvo a un auténtico borrego que tenía menos emoción que una carrera de caracoles. Un inválido de Núñez del Cuvillo al que por supuesto no se picó y que llegó al último tercio sin vida, pero con nobleza y calidad exquisita. Ante semejante fiera, José Antonio se puso a torear. Series sobre ambos pitones en los que cargó la suerte y logró muletazos llenos de temple, abandono y hondura. Un regalo para la vista si no se tiene en cuenta al toro. Toreo de salón, pero en una plaza, y ante miles de personas. ¿El futuro? Me temo que sí.
Tras la emocionante corrida de Victorino del pasado miércoles, las figuritas y sus ganaderos de cabecera nos han devuelto a la triste realidad. Una realidad que parece contar con el beneplácito de la mayoría. La tauromaquia se ha transformado. Ya no hay una sola fiesta, hay dos. Por un lado está la fiesta de siempre, la que sigue teniendo al toro como protagonista. En esos espectáculos, el público exige y conoce los entresijos de la lidia; los picadores cumplen con su papel; el torero, casi siempre modesto, se tiene que enfrentar a un animal encastado que no regala nada y que transmite riesgo y emoción. En esos festejos las orejas, los despojos, son lo de menos. Frente a todo esto, la fiesta actual, la que rinde pleitesía al torero, casi siempre figura, y considera al toro como un mero actor secundario que debe colaborar y permitir el triunfo. Aquí los picadores están de adorno; no importa cómo se realicen las suertes siempre y cuando resulten efectivas; los tercios de la lidia quedan reducidos a uno que lo monopoliza todo y que es interminable: el de muleta. Y, claro, en esta neotauromaquia el objetivo es sumar el mayor número de trofeos (no importa cómo se logren). Dos fiestas, dos tauromaquias, cada vez más enfrentadas, que parecen irreconciliables.
Hoy en la Maestranza había una buena ración de esa fiesta moderna. Dos figuritas y un aspirante ante un hierro de esos que sí embisten. ¡Y claro que embisten!, ¡cómo ovejas! Un encierro manso, blandísimo y completamente descastado que hizo las delicias de los tres matadores y del exigente público. Un gentío que se tomó en serio eso de viernes de feria y que acabó convirtiendo el coso sevillano en un manicomio en el que todo se jaleaba y aplaudía. Ovacionaban a los varilargueros por no picar; ovacionaban lances y muletazos trapaceros y destemplados; ovacionaban bajonazos infames… vamos, que sólo les faltó aplaudir las estrepitosas caídas y derrumbes de los seis animalillos que saltaron al ruedo. Además de la sonada faena de Morante a esa caricatura de toro que fue el cuarto, a su genio por antonomasia ya lo recibieron con tremebundos olés cuando desplegó el capote para recibir a su primero. Verónicas en las que se gustó Morante y que ejecutó en un palmo de terreno. Ante este animal que abrió plaza también dejó destellos de calidad en un trasteo que no terminó de despegar por la descarada debilidad y falta de casta del borreguito. Si bien al cuarto lo mató a la primera, en su primer turno falló repetidamente con los aceros.
La otra figura anunciada en tan rimbombante tarde era El Juli. El madrileño, máximo exponente de la fiesta del borrego y la mentira, volvió a Sevilla para hacer lo de siempre. Con su habitual, particular y muy agasajada tosquedad, dio muchos muletazos, pero ninguno inolvidable. Con las zapatillas muy asentadas –eso sí– se pasó de un lado a otro al descastadísimo, noble y flojo segundo en una labor destemplada y lineal. Tras un horrible “julipié”, dejó un espadazo muy trasero y atravesado. Ovación. El inválido quinto, al que aburrió a base de pases y más pases, se fue quedando cada vez más corto y ya en el tramo final de la faena se paró a la mitad del muletazo, lanzó un derrote y cazó al torero propinándole una cornada de 15 centímetros en el glúteo derecho. ¡Tiene delito!
En la temporada del cambio –qué chiste–, Roca Rey ocupa un papel fundamental. Este jovencísimo torero, con una carrera fulgurante, ha conseguido algo verdaderamente difícil: romper el veto de las figuras y meter la cabeza en este tipo de carteles. Y él y los suyos estarán muy contentos. Normal. Ahora está en todas las ferias matando lo más cómodo y descastado del campo bravo y hablándole de tú a esos que hasta hace un año seguro que consideraba inalcanzables. La cuestión está en que este peruano tiene capacidad y valor suficiente como para dar la cara ante corridas de toros de verdad. Y hoy lo demostró. Aunque anduvo más vulgar y pegapases con el inválido y manso sexto, se le vio sobrado y apabullante en su primero. Valor, quietud y firmeza pero ante otro muerto en vida. Lo de siempre. Además, maneja el capote con soltura y tiene variedad. ¿Demostrará torería, dará un paso al frente y se dejará de comodidades? Sólo él lo sabe. Si elige el camino fácil seguro que cortará muchas más orejitas como la que le dieron tras matar al tercero de un vergonzoso bajonazo pescuecero.
- Real Maestranza de Sevilla. 13ª de la Feria de Abril. Lleno de “No hay billetes”. Se lidiaron seis toros de Núñez del Cuvillo, desiguales y correctos de presentación; mansos, nobles, blandos y descastados.
- Morante de la Puebla: silencio y dos orejas.
- El Juli: ovación con saludos en ambos.
- Roca Rey: oreja y ovación con saludos.
Parte médico de El Juli: Herida por asta de toro en región glúteo derecha de 15cm. que lesiona músculo glúteo mayor. Se practica limpieza, reparación de planos musculares y drenajes. Pronóstico: grave. Fdo. Dr. Octavio Mulet.
(Fuente: Alejandro Martínez en porelpitonderecho.com Foto : Efe)