Plaza de toros de Valencia, sábado 15 de marzo, 7º festejo del abono de fallas, Finito de Córdoba, Morante de La Puebla, José Mª Manzanares con toros de Juan Pedro Domecq.
No voy a comentar las faenas de muleta, ni si los trofeos concedidos eran o no merecidos por parte de los toreros, sino los mágicos momentos que se vivieron durante la lidia del primer toro de Morante de La Puebla, de nombre “Dardabasi”, estos comienzan por las verónicas saliendo desde las tablas, cada una de ellas llenas de torería, dominio, duende, en Sevilla seguramente dirían que para llorar de emoción.
Lleva el toro al caballo por delantales al paso, airosos, sencillamente espléndidos, y el quite por chicuelinas de manos bajas en que el capote parecía mecido por una especie de aire divino, extraordinarias, divinas diría yo, y lo mejor al final media verónica a pies juntos que creo que todavía sigue en el aire.
Eso es lo que tiene la inspiración, cuando menos te lo esperas todo lo transforma y lo convierte en sensibilidad, armonía, embrujo y al toreo es una de las bellas artes.
Antonio Lorca titulaba “La eternidad de una media” la crónica del festejo del día 15 de abril durante la feria del año pasado en Sevilla refiriéndose a Morante, el día 17 toreaba nuevamente y tuve la oportunidad de asistir en directo a dicho festejo, lo comento pues con la gracia que tienen en Sevilla al hablar, los vecinos de localidad comentaban que habían ido a la Maestranza a ver si Morante terminaba la media verónica que había empezado dos días antes.
El pasado sábado creo que vivimos la misma experiencia pero en Valencia.