Vivida la grandiosa expectación y verificado el festejo del pasado 17 de julio en el coso galo de Arènes, tiempo es ya de la crítica y el recuerdo para la emboscada de Céret a Don Miguel Reta y a la resucitada Casta Navarra.
Una única banderilla, de color negro, pende sobre Catalino, primer toro de Casta Navarra en salir a un ruedo tras un siglo de espera. Carentes de bravura según los parámetros actuales, los toros de la ganadería Reta desplegaron una inteligencia defensiva que sembró en muchos momentos el pánico en el ruedo. Nadie se aburrió en Céret en un festejo inolvidable.
Podemos dividir a las primeras crónicas de la corrida en dos grupos. Primeramente tenemos las reseñas de los grandes medios, los cuales son favorables, puesto que miran desde la perspectiva del torero y buscan realzar el protagonismo de los maestros que aceptaron el reto. Por el otro lado disponemos de los espacios virtuales creados por aficionados en la red, cada vez más numerosos, leídos e influyentes que los primeros, donde la decepción y el desencanto dominan a la adopción de una visión positiva del debut de los toros de Reta. Las emociones que ha generado esta corrida han sido enormes, la ecuanimidad no es la opción del sentimiento y los aficionados también nos hemos dividido en dos grupos: los que defendemos argumentos positivos de la realidad acontecida en la arena ceretana y los contrarios.
¡Catalans i aficionados ! ¡ Viva la feria de Céret !
La feria de Céret no necesita presentación y en este gran día triunfó como empresa. No debe obviarse esta pingüe circunstancia. Un tropel de aficionados pasaba delante de las narices pintadas de unos contados ejemplares antitaurinos y sus pancartas de guerra. La ilusión por contemplar la vuelta de la Casta Navarra era mucho mayor que la llamada de ciertas ideologías. Un tremendo y multilingüe «¡A los toros!» fue llenando un recinto donde la organización consigue un ambientazo total. Las mascarillas y los sombreros se confundían en unos alegres rangs llenos de aficionados . El bautismo de fuego de su ganadería había llegado y Miguel Reta ya no tenía marcha atrás posible.
Una primera hospitalidad franco-catalana nos dejó una sorpresa al acompañar su tradicional sardana con el Vals de Astrain, música del corazón que los pamploneses llevamos dos años sin oír. Tras el exordio musical francés, empezó la verdad de un encuentro entre hombres y toros que quedó interrumpido hace un siglo. Y la verdad fue que el primer toro navarro que saltó al ruedo, Catalino, huyó nada más sentir la primera puya.

La politesse dejó paso a las armas galas que fueron desplegadas en toda la tarde: los pañuelos rojos del presidente monsieur Roques y las aperturas de puerta a un segundo picador, sorprendentes apariciones en una plaza donde solo actúa un torero a caballo. Seguimos con la verdad de que el castigo de banderillas negras al huidizo Catalino fue tan indiscutible como doloroso de contemplar. Sánchez-Vara, el único maestro que no perdió los nervios en ningún momento de la corrida, supo controlar la lidia de un animal que practicó una eficaz defensa hasta su muerte, aquerenciado en toriles y complicando al valentísimo guadalajareño.
La salida del segundo, Avinagrado, no nos alivió el primer soponcio. Rápidamente se atrincheró también en el toril, pareciéndonos que olisqueó a la salida el rastro de su hermano muerto en ese lugar.

Nadie fue capaz de sacarlo de su querencia en toda la lidia. Antonio Carrero y Juan Rojas protagonizaron un ovacionado tercio de banderillas de tratado antiguo, con el recurso de parear de dentro a afuera. Chacón no pudo torear porque era imposible pero ofreció al aficionado un brindis sacramental lidiando con la montera puesta y terminando con el saludo de la espada ensangrentada con Casta Navarra. Añadimos que Avinagrado, que comenzó embistiendo, fue un toro interesante para contemplar el rápido desarrollo evolutivo de un comportamiento animal ofensivo a uno defensivo. Tendero fue el tercero, a quien Pacheco—el único torero discutido a priori del cartel—supo veroniquear en el recibo.

La alegría se esfumó con la reacción de total evitación del toro hacia el picador, al que ni siquiera acometió en una primera embestida. Un nuevo pañuelo rojo flameó en el aire ceretano. Sin embargo, la tristeza de sentir aquella terrible mansedumbre se estrellaba con la otra realidad que era el terror imparable que mostraba el conjunto de hombres vestidos de luces. Tendero arrolló y ensartó por el chaleco a Javier Cerrato, en lance limpio que pareció asustar a Pacheco, quien pasó a quedar repetidamente desarmado y a perder totalmente el control de la lidia. El gaditano supo tomar la espada a tiempo y recuperó compostura en la suerte de matar, necesitando múltiples entradas a estoque como todos sus compañeros de terna.
En una plaza del siglo XXI, la visión de toros sorteando a los picadores es muy triste. Debe tenerse en cuenta que la visión de los toros es ancestral. Ante la mole que hoy conforman picador y caballo, primó en la Casta Navarra la inteligencia ante el instinto primario de embestir. Rabioso salvó el honor.
El festejo entró en su segunda parte con Rabioso, de curiosas astas levantadas y cornivueltas.

Nuestro ánimo rebotó hacia arriba con su primera embestida que derribó al caballo. Su ataque no tuvo continuidad en las otras cuatro varas que recibió, siendo las dos últimas en embestida del caballo que no de Rabioso. La personalidad de la plaza de Céret es muy fuerte, aunque fue decepcionante oír aplausos a un picador que picó trasero o caído en sus cinco encuentros.


El gladiador Sánchez-Vara fue a por todas con Rabioso, quien le asestó un tremendo tornillazo por el pitón izquierdo en la prueba de muleta. El maestro tuvo que confiarse al derecho y consiguió con su oficio darle dos tandas ligadas de derechazos a la Casta Navarra ¡Olé!, dijo la plaza.

¡Pero qué rápido Rabioso se paró en seco!, bien por desarrollar sentido, bien por lesión por los varazos, bien por todo. El maestro entró a matar con un volapié largo sin bajar la muleta, ante el evidente peligro de un Rabioso encampanado. No solo no pudo conseguir cazar al de Reta a la primera, sino que recibió un gañafón que gracias a Dios no lo enganchó. En libros viejos hemos leído, en toros con tamaño peligro, el recurso de la muerte en suerte contraria junto a la barrera. Sánchez-Vara pudo con Rabioso tras dos espadazos más y dos descabellos, no nacerá toro que no sucumba a su espada. Los hooligans de Miguel aplaudimos el arrastre de Rabioso y se dedicó una emocionante ovación al matador, quien dio una vuelta al ruedo que se recordará en la memoria por su valor y mérito. Si hubiera conseguido cobrar una estocada de ley, posiblemente habría sido el triunfo de su vida.
Secuencia del momento álgido del festejo. Sánchez-Vara entra a matar a Rabioso de suerte natural en los medios. Lagartijo y Frascuelo le gritaban desde el Cielo que era toro de suerte contraria en barrera. El veterano matador-cada vez más apreciado entre los aficionados toristas- no tuvo suerte y se llevó una media trasera escupida a costa de un varetazo del terrible pitón izquierdo del animal. Rabioso, como todos los hermanos Reta, necesitó múltiples espadazos para morir y no permitió que le cortasen la oreja.
Salió el quinto, Contento, con modos de sus hermanos anteriores y Chacón consiguió lancear a la verónica y los aplausos de un público embriagado de emociones ambivalentes.

Embistió al picador quien le hizo la primera y última carioca del festejo, lo cual sí sustancia aplausos ante toros mansos.

Contento cantó la gallina en el segundo encuentro y corrió hacia unos toriles llenos de olor de Casta Navarra. Monsieur Roques debió entonces cambiar el tercio pero su decisión fue alargarlo con la salida del segundo picador. Se provocó nuevamente el tristísimo espectáculo del toro esquivando a los caballos y la aparición de las viudas. En esta ocasión, la decisión presidencial fue injusta porque Contento no solo estaba picado sino trasero, además. Y la tristeza no tuvo parón porque ahora le tocó a Chacón perder la concentración, aterrorizarse con la muleta en la mano y practicar la suerte de matar del mosquetero, que ya conocemos en Pamplona. La corrida llegó a su final con Grandioso, el único cinqueño de los hermanos.

Grandioso cantó también la gallina con el picador pero esta vez el presidente estuvo en su sitio. El banderillero Ángel Luis Mayoral colocó un gran par a un Grandioso que fue el único de Reta que mostró humillación al embestir, esto es un dato objetivo. Pacheco demostró por qué se apuntó a esta tarde intentando torear al toro, quien lo enganchó a las primeras de cambio, pateándolo en la cabeza. Debió ir a la enfermería para ser valorado pero el maestro había recuperado todo su pundonor, volviendo ante otro toro a la defensiva que no embestía al engaño. Pacheco fue el único que intentó matar con la izquierda en una ovacionada estocada, pero no tuvo suerte y la espada cayó contraria y trasera, muriendo Grandioso tras larga agonía, una de las cruces repetidas de la tarde. A la salida, gran ovación para un Sánchez-Vara cuya figura se engrandece año tras año en los aficionados y división de opiniones para Chacón y Pacheco, cuyos silbidos no compartimos. El ganadero recibió un silencio compasivo para anotar y analizar.
Los picotazos navarros del terror fueron la otra realidad que se vio en Céret. Estas imágenes borrosas no deben ensombrecer el mérito de todos los toreros que aceptaron el reto de participar en un festejo que ya es histórico. La piedra angular de la tauromaquia es un toro que da miedo en el ruedo pero, hoy en día, lo que da muchas veces es pena. La Casta Navarra en Céret dio miedo, desde luego.
Ante el argumento de la necesidad de unos prismáticos de otro siglo para comprender esta corrida, debemos de tener en cuenta que aquellos varilargueros montaban unos jamelgos sin peto y de la mitad de peso, por eso tenían derecho a ir vestidos de oro. Hay que pensar que los animales de Reta sí que hubieran embestido a ese otro enemigo de menor tamaño y capacidad de hacerle daño ¿A cuántos caballos hubiera matado Rabioso? Los toros que salieron en la arena de Céret fueron animales que respondieron a las crónicas históricas de Casta Navarra más cercanas a nuestro tiempo: mansos, listísimos y muy peligrosos, por eso fueron defenestrados por los públicos modernistas de sombrero de paja y corsé que entonces abarrotaban las plazas de toros. Si juzgamos la tarde del 17 de julio de 2021 bajo la dualidad éxito-fracaso, Don Miguel Reta no deberá engañarse a sí mismo, aunque no consideramos que aquella sea el parámetro más trascendente para juzgar este hito.
Muchas gracias Miguel, por muchas cosas. Gracias por habernos dado la posibilidad de vivir una época de la tauromaquia que hemos soñado en nuestras lecturas, gracias por haber hecho revivir los picotazos navarros en el ruedo, gracias por crear nuevos espacios para la Fiesta cuando más lo necesita, la Casta Navarra ofrece novedades en el espectáculo y oportunidades de un especial lucimiento profesional para matadores, banderilleros y picadores. No existió el aburrimiento en ningún momento de la tarde, la visión patética de un toro huyendo de dos picadores al trote se equilibraba con la observación de toreros experimentados que eran continuamente desarmados y tomaban despavoridos el olivo.
Mucho queda por hablar, escribir y discutir sobre el debut de la ganadería Reta de Casta Navarra. Si juzgamos la tarde del 17 de julio de 2021 bajo la dualidad vida-muerte, consideramos que Miguel salió vivo porque, con una gestión empresarial adecuada, un nuevo anuncio de los picotazos navarros del terror volverá a llenar una plaza de toros ¿Quién será capaz de cortar la primera oreja a un toro de Reta?
Este camión se merece arribar a variadas plazas de la galaxia taurina.
Nosotros esperamos sin prisa las noticias, para ponernos nuevamente delante de la taquilla y poder contemplar una tauromaquia de verdad.
Muchas gracias, Miguel.
Un animoso grupito del Club que disfrutó del festejo tras un largo viaje.
Agradecemos al fotógrafo Sergio Colás la cesión de sus fotografías para este artículo.