Queridos amigos aficionados a la Fiesta de los Toros, hoy, San Fermín, está Internet que echa humo por los comentarios que lamentan esta celebración tan extraña y desde luego nada festiva que nos ha tocado por la maldita pandemia. Todo son recuerdos.
Inolvidables recuerdos por alegres y entrañables, en los que yo quiero abundar con un gran abrazo a todos, y el mensaje que es más que un deseo de volver. En un año nos encontraremos en Pamplona, seguro. Unos, la mayoría, pegados a la TV por la mañana en el encierro y a la tarde en la corrida, ya en la plaza. Yo procuraré en ese 2021, si Dios quiere, no romper mi tradición de más de cuatro décadas ahí, periodo interrumpido sólo en una ocasión por la obligación de la IMEC, la extinta milicia universitaria.
TVE en mis comienzos profesionales, EFE en el grueso de mi carrera y ya el año pasado con RNE, han sido mis soportes de acción para la maravillosa excusa de vivir los sanfermines las 24 horas del día a tope en todo— y cuando digo todo advierto a los malpensados que supe controlar siempre y no hubo nada perverso en mis diversiones, algo muy característico en los comentarios, sobre todo de los visitantes ocasionales, en esta singular fiesta—del 6 al 14 de cada julio desde aquel lejano 1977.
Hoy se lo he pedido al Santo en su Iglesia de Madrid, en la calle de Eduardo Dato del madrileño barrio de Chamberí, el templo neomudéjar de San Fermín de los Navarros, donde el P. Saúl Azcona, navarro y franciscano, ha presidido una emotiva Eucaristía revestido con casulla roja sobre el preceptivo blanco del alba, abundando así en el simbolismo de los colores de esta fiesta, cuyo jolgorio, por la particularidad de la suspensión ha sido también una extraordinaria manifestación de fe en preces y oraciones para que todos juntos superemos este trance. Así que pese a todo:
¡¡¡Viva San Fermin!!!
Juan Miguel Núñez Batlles