SEVILLA. 9ª DE LA FERIA DE ABRIL
Alejandro Martinez.
En general, esta Feria de Abril estaba siendo una condena. A excepción de algunos astados sueltos, en la Maestranza se estaba lidiando de todo, menos toros bravos. Predominaba la mansedumbre, la falta de fuerzas, el descaste… en definitiva, el aburrimiento. Pero llegó él. Un ganadero que ha salvado muchas tardes y ferias. Un ganadero que hizo del toro y la casta sus señas de identidad. Un verdadero genio que ha hecho historia y que está considerado, con toda justicia, como un auténtico símbolo de la afición. Un mesías, un salvador… lo que quieran. Su nombre: Victorino Martín.
Y con él llegó la emoción. Cómo aquel que llega para redimirnos de nuestros pecados, de nuestra condena, Victorino desembarcó en Sevilla con una corrida de las suyas, de esas que despiertan todo tipo de sensaciones entre las que no se encuentra el aburrimiento. Fueron más de dos horas y media de espectáculo en las que nadie pestañeó. Es verdad que los dos primeros capítulos resultaron decepcionantes, pero a partir del tercero, la Maestranza se convirtió en un hervidero de emociones. La Maestranza, por fin, fue una plaza de toros. De toros bravos y mansos, pero todos encastados y listos. Allí, en el albero sevillano, no había cabida para el borrego, para ese toro tan noble como tonto que tantos ganaderos crían para satisfacer a unas supuestas figuras que afirman que corridas como las de Victorino “no son de garantías”. Según ellos este tipo de toros no embiste, no permiten el lucimiento ni el triunfo. Pues que se lo pregunten a un torero llamado Antonio Ferrera que en la novena de la Feria de Abril, y gracias a un toro de Victorino Martín, rozó la gloria con los dedos. Y lo hizo toreando de verdad, a un toro de verdad. A un animal que no regalaba las embestidas, al que había que poder y someter. Y es que, por mucho que algunos (la mayoría) lo nieguen, lo que se vivió esta tarde en la Real Maestranza de Sevilla es la emoción de la auténtica fiesta de los toros.
Y el punto álgido de toda la tarde tuvo lugar en el cuarto, un toro bien presentado, bonito, pero de seria mirada y expresión. Era Mecanizado un animal de los que gustan en Sevilla, sin exageraciones, pero con trapío. Salió de chiqueros dormido, pero se despertó al sentir el hierro en sus lomos. Empujó con fiereza en el primer puyazo y se llevó al caballo hasta las mismas tablas. En el segundo encuentro Antonio Ferrera lo colocó de largo y el toro se arrancó con alegría para empujar, de nuevo, con mucha fuerza. Pareció una pelea de bravo, pero la verdad es que Mecanizado salió suelto y manseando de los dos encuentros. Por tanto, en varas, el de Victorino fue un toro espectacular, que no bravo. Por cierto, le pegaron fuerte y trasero. Tras protagonizar en banderillas un tercio más vistoso que bueno, Antonio Ferrrera cogió la muleta y firmó un templado y buen inicio con el que se llevó el toro a los medios. Y allí comenzó la faena de la feria. El extremeño, sin cuentos ni ventajas, toreó con templanza y profundidad, bajando mucho la mano. Fueron varias series sobresalientes con la diestra en las que la plaza rugió de verdad. No era para menos, estábamos asistiendo a una faena de esas que quedan en la memoria, y no sólo por el toreo de Ferrera, sino por la embestida de Mecanizado. El cárdeno ejemplar de Victorino, manso, pero muy encastado, embistió de forma soberbia especialmente por el pitón derecho. Acudió pronto al cite para perseguir la muleta de su matador arrastrando el hocico por el suelo con una clase excepcional. Y todo esto con la transmisión e importancia que da la casta. Y aunque cantó un par de veces su intención de rajarse, el fondo que atesoraba en su interior le hizo quedarse y seguir embistiendo con las mejores virtudes del encaste Albaserrada-Saltillo.
Hubo conjunción absoluta entre toro y torero, series rotundas que nos devolvieron la ilusión tras tantas tardes insufribles. Antes de irse a por la espada, aún tuvo tiempo Ferrera para sentirse torero con varios muletazos y detalles sueltos de muchísimo sabor en los que se fajó con el toro. Podría haber cortado las dos orejas, pero la espada se interpuso en su camino. Pinchó en varias ocasiones hasta que dijo adiós al gran Mecanizado con un certero golpe de descabello. La vuelta al ruedo al toro y la vuelta que dio Ferrera fueron clamorosas. Y mientras la gente sonreía y comentaba, los aficionados nos frotábamos los ojos. ¿Era posible?, ¿por fin habíamos sido testigos de la versión más auténtica de la fiesta?
Antes del gran acontecimiento, Ferrera había sorteado un primer toro noble, pero muy justo de fuerzas y transmisión. Tuvo una embestida muy templada el cuajado y pesado animal de Victorino, pero anduvo falto de lo esencial, de lo que tanto tuvo Mecanizado: casta. El extremeño, que anduvo aseado y templado toreando a media altura, lo mató de una estocada baja.
Una oreja cortó del tercero Manuel Escribano, torero que se había apuntado esta feria a los dos hierros duros: Victorino y Miura. Esperemos que en la del domingo esté a mejor nivel, pues hoy no estuvo a la altura. El sevillano se dejó ir a un encastadísimo y exigente toro de Victorino que tuvo un gran pitón izquierdo. Bajo y serio, Paquecreas embistió con codicia de salida y después pasó sin pena ni gloria por el caballo. No fue bravo pues, pero sí encastado y muy bueno en la muleta. Persiguió el engaño siempre humillado y transmitió una barbaridad porque, como toro listo con altas dosis de casta que fue, no perdonaba un error. Escribano, que puso voluntad, no acertó ni en los terrenos ni en las distancias. Se empeñó en torearlo en el tercio y muy encima. Extrajo algunos muletazos de mérito, pero el animal requería un torero que lo esperara para después engancharlo y llevarlo templado. A pesar del intermitente trasteo y de una estocada desprendida, le dieron una oreja. Con el sexto, que fue más complicado y deslucido, Escribano lo intentó sin lucimiento.
Por su parte, El Cid dejó claro que su encerrona con victorinos en Madrid es una auténtica locura que tiene tantas posibilidades de acabar en tragedia como en petardo. El sevillano demostró que carece de sitio y valor para estoquear encierros como estos. Desconfiado e inseguro no paró de perder pasos ante un segundo de corto viaje y escasa transmisión. Pero lo peor llegó en el otro. Manuel Jesús se dejó ir a un precioso toro de Victorino que embistió con prontitud y humillación en el último tercio. Aunque le puso en bandeja el triunfo, El Cid ya no está para estas cosas y lo demostró en una labor en la que nunca se acopló a su enemigo y en la que fueron constantes los enganchones y las series de pocos y deslucidos muletazos. Además, estuvo horrible con la espada toda la tarde.
Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. 9ª de la Feria de Abril. Con más de tres cuartos de entrada, se lidiaron seis toros de Victorino Martín, bien presentados en general, y de variado e interesante juego. Destacaron especialmente el 3º y el 4º, muy encastados y de gran juego en la muleta. El 5º también fue bueno.
Antonio Ferrera (verde turquesa y oro): silencio y vuelta al ruedo tras aviso.
El Cid (verde botella y oro): silencio tras aviso y silencio.
Manuel Escribano (verde botella y oro): oreja tras aviso y silencio.
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Fotografía: www.plazadetorosdelamaestranza.com